Masacres
Acostumbrados, como estamos, a atacarlo todo sin evidencias ni reflexiones, nos resulta más cómodo imputar intenciones y actos al Otro, conocido o desconocido. Los adjetivos son simples. Los juicios son duros, abiertos, a boca de jarro, a quemarropa. En la narración del presente, en la discusión de la realidad más inmediata y de los problemas concretos que aquejan a la sociedad de Puerto Rico, demasiadas veces la reacción desinformada prevalece sobre el análisis sosegado.
La opinión personal, la postura ideológica particular, o peor aún, el partidismo, se antepone al interés general y a la visión de los problemas con mira amplia. Como diría una profesora universitaria a quien conocí hace poco, se “plancha” la discusión… Y el razonamiento.
Alego que estamos “acostumbrados” a esta manera de razonar. Me refiero a la adopción de posiciones basadas en ciertos criterios predeterminados, algunos asumidos como correctos "desde el descubrimiento", y no a base de aquello que favorezca el bien común; en lo subjetivo acomodaticio (“la sardina a mi brasa”), y no en lo objetivo necesario, aunque nos duela. De hecho, porque duele es que se la rechaza a la objetividad.
Debo decir que, al menos según lo percibo, en Puerto Rico se trata de posturas refritas desde la década del cuarenta del siglo pasado, algunas cargadas de un paternalismo condescendiente y extremo. Identifico, además, aquellas posturas, que de un lado y de otro, se armaron con los argumentos montados a fines de la Guerra Fría, y de sus respectivas intolerancias. Es un marco ideológico embalsamado con los recuerdos de un pasado sin héroes.
Se podrá apreciar en algún cafetín en Sabana Grande, ante la mirada paternal de Muñoz y la pose de galán de Kennedy; en las reuniones sociales en Santa María, abundantes de scotch, de los otrora industriales de Moscoso y sus herederos, también postreros; o en las sesiones de nostalgia y guitarras de los antiguos militantes socialistas en algún café en el Viejo San Juan. Todo ello, mito y leyenda.
Son las vacas sagradas de un pasado que fue, mientras el globo se aplana, se interconecta y sobrecalienta. Lo terrible es descubrir que estas visiones anquilosadas encuentran eco, en pleno siglo nuevo, en personas mucho más jóvenes que pululan la política partidista, la academia, los medios de prensa, el arte, los grupos de presión, el corporate world boricua y sus firmas de abogados. Lo terrible es ver que esas son las bases sobre las que se monta el rechazo a todo cambio y a todo esfuerzo social dirigido a sacar del estancamiento a la "Isla ardiente" de Palés.
He hablado en otro lugar de Cerberus, ese adorable puppy de tres cabezas, que sirve de guardián de todo lo establecido (el llamado status quo) en Puerto Rico: el arte insulso; una visión de la cultura limitada a lo folclórico; el espacio público de los revolucionarios sin proyecto después de Berlín 1989; una oligarquía sin partidos, pero obesa de poder político y social; y sobre todo, la colonia con su veta amarga de nacionalismo conformista e indolente. (Vea Cerberus... ese perro guardián, en este blog.)
Hago la referencia aquí, porque esa estructura de censura a tres pistas está íntimamente relacionada con los esquemas de razonamiento que trato de vomitar en este post. Cada sector ha creado sus premisas inalterables, sus dogmas. Son los dogmas que traen consigo aquello de “dispara y después preguntas”, “riégala (la mentira) que algo queda”, el rechazo a todo aquello que no suene favorable a los intereses más egoístas, sean estos personales o de clase, y por supuesto, la distorsión de la realidad.
Es la aplicación dogmática de criterios —que pudieron, tal vez, ser aplicables a determinados problemas en el pasado— a todo lo nuevo con lo que nos enfrentamos. Es una renuncia, en fin, a sorprendernos ante la vida, a observar la particularidad, la esencia nueva de cada fenómeno, a ver la realidad en su amplia complejidad, atrincherados en nuestros viejos dogmas particulares.
En ese proceso son masacrados los mecanismos que nos podrían ayudar a todos a caminar un poco en dirección contraria al subdesarrollo. En ese proceso son masacrados el juicio pensado, la voluntad democrática, el reconocimiento de la diversidad. (Desde luego, no faltará quien reaccione y diga, “pero que si, que de eso es lo que se trata, de acabar con esos valores burgueses de la ilustración y la modernidad”.) Mientras tanto, los extremismos de todo tipo sobreviven a costa del bien común. La realidad, por otro lado, sigue su propia marcha, a pesar de todos los dogmáticos y los dogmatismos.
Tal vez por eso me angustia escuchar (o leer, que para los efectos es lo mismo en este mundo cibernético) esos juicios a quemarropa, esas manifestaciones de dogmatismo irreflexivo, incluso por parte de personas a quienes admiro y respeto intelectualmente. Tal vez es por eso que a mi, un hematofobico en grados menores, entre otros desajustes emocionales más o menos agudos, me dan esos deseos imparables de vomitar.
Comentarios
He visto otros mercados donde hay en abundancia y variedad, pero sobre todo mucha vianda y bacalao, aunque ya no del atlántico, pero si bacalao.
Estos mercados a que me refiero se pasean en otro léxico, pero no dejan de ser importantes en el desarrollo cultural. Tienen una ventaja importantísima, La Internet, y están conectados 24/7.
Mientras al parecer este mercado a que te refirieres sigue andando en círculos (culturalmente hablando) hay otros círculos que están activamente cambiando, integrándose, modificándose, avanzando. Que sin influencias dignas, responsables, transparente, su destino podría también ser infructuoso. Sin embargo pienso que presentados con formas criticas de pensamiento eficaces, ofreciéndoles nuevamente puntos de partida, practicas y platos comprobados por los siglos, conectados emocionalmente a los asuntos capases de mejorar sus vidas y las vidas de los que le rodean y exponiéndoles y conectándoles con buenos principios, puede que sean entonces la esperanza de esta hora. El agente de progreso e identidad cultural colectiva y digna que estamos esperando.
Necesitamos continuar conectándonos culturalmente en muchos círculos, ventilando y compartiendo lo que es digno de nuestra cultura. Aunque no estemos inicialmente cómodos entre muchos de ellos debemos tolerar, improvisar y ajustarnos “poniendo nuestra mirada en el bien venidero”.
La Unesco, en 1982, declaró:
...”que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden.”
(UNESCO, 1982: Declaración de México)