Cerberus... ese perro guardián

El Jones Distric circula a ráfagas sus comentarios en Facebook sobre el arte y la crítica, particularmente en Puerto Rico. Se trata de un corolario cibernético del Box Score, un blog dedicado a estos temas, de impacto entre los artistas en la Isla. Una de las últimos entradas del Jones lanza lo siguiente:

"ex preso politico radical nacionalista como portavoz de la marcha para salvar la EAP...wow, ahora si que Fortuño va a bregar...LOL...que cara tiene que ver la lucha nacionalista con el arte? back to the 50's...pa tras como el cangrejo."

El contexto son las protestas de los integrantes de la Escuela de Artes Plásticas ante los recortes de presupuesto propuestos por el gobernador de Puerto Rico y que son objeto de discusión en la legislatura local. Jones, al igual que otras personas vinculadas al quehacer cultural, han sugerido la presentación de alternativas concretas por parte de las instituciones culturales afectadas por las reducciones propuestas, y la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento que superen la dependencia del estado.

Después de todo, las reducciones afectan, no sólamente a las instituciones vinculadas al arte, sino a diversas instituciones y actividades en el país cuyo sostenimiento se ha nutrido del asistencialismo del estado a través de los años.

He comentado en Facebook que se trata de un comentario valiente. Así lo creo porque no es tarea fácil en Puerto Rico sostener, sin resultar malherido en el intento, una visión que disienta del discurso nacionalista. En ese discurso se sostiene un paradójico consenso ideológico que es, a su vez, una de las principales causas del inmovilismo político e intelectual que condena a la Isla.

Se trata, ya lo ha dicho el Profesor Carlos Pabón, de un nacionalismo liviano o light. De ahí parte la idea de que el modelo colonial es la última línea de resistencia de la puertorriqueñidad frente al yanqui. Desde luego, el fenómeno tiene complejidades que no pretendo discutir en este post.

Eso sí, hay que decir que ha tomado vuelo en Puerto Rico una censura de tres cabezas contra todo aquél que cuestione las concepciones vigentes, así como a las instituciones y sus prácticas administrativas.

Por un lado, cierta oficialidad enarbola una ciega defensa de la identidad puertorriqueña (coquíes, flamboyanes, jibaritos, folcloristas, etcétera), particularmente en el ámbito intelectual y cultural. La otra cabeza de este Cerberus es producto de la insularidad, la dependencia y la herencia del patronazgo político. El apellido que se posea, y el partido político al que se pertenezca, son vehículos para abrir puertas, y ejercer puestos, indistintamente de facultades y talentos. Por su parte, el izquierdismo impone el rechazo ideológico y furibundo a todo aquello, y a todo aquél, que no sea anti-americano.

Hay vocación autoritaria en esta dinámica boricua. La imposición del ostracismo y el silencio puede venir de cualquiera de estas cabezas. Su denominador común es la ausencia de tolerancia, de respeto a la diversidad y a la divergencia ideológica.

En todo esto hay un elemento de charada que conmueve. Es el de la retórica y los gestos de izquierda, con pretensiones de protagonismo o de preservación de una cuestionable pertinencia en la discusión pública. Por ello, resulta patética esa vuelta al pasado de las señoras que recrearon recientemente los gestos de un militantismo de izquierdas, ya venido a menos, lanzándose contra la Guardia de Palacio, quise decir, contra los empleados de seguridad del Capitolio. Por supuesto, cada cuál tiene derecho a escoger como expiar sus pecados burgueses.

En ese contexto tragicómico se producen las ráfagas del Jones District. Es por esta, y otras buenas razones, así como por otras tantas aspiraciones democráticas, que las he llamado valientes.

Como ya comenté en Jones District, está planteado el reto de trascender los nativismos, la visión estrecha de los viejos nacionalismos, no sólo en la técnica y en la forma, sino en la visión general sobre el arte, sobre el rol de los artistas y la intelectualidad en general, sobre la realidad de esto que llamamos Puerto Rico, y sobre lo que ocurre en ese vecindario allá fuera que trasciende las 100 x 35 millas cuadradas. Aunque Cerberus esté de guardia...

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