Disfráz de Cangrejo
Acepto que he leído con incredulidad esta nota. De hecho, acabo de enviar una nota a Yoani por otro medio, que quizá raya en una incredulidad de idiota. Lo cierto es que el pretender controlar el acceso a las computadoras en lugares públicos constituye una admisión tácita de que el medio electrónico les preocupa; de que se reconoce que la voz de la juventud cibernética cubana está llegando a muchos más lugares que lo que aparenta o lo que ellos estén dispuestos a reconocer.
Me parece que ello es evidente, incluso, para los propios señores de la burocracia del estado y del Partido. A estas alturas de las cosas y de las experiencias, no veo qué excusas pueda ofrecer la oficialidad sin rayar en el cinismo manifiesto, sin partir de uno de esos insultos al intelecto.
Finalmente, espero que esta medida no logre su objetivo. Después de todo, no debería ser ya necesario en esta época y en nuestras sociedades, tener que hacer uso de disfraces para poder hablar, circular, manifestarse. Pero, tal vez, incido como buen idiota, en la utopía, esa ilusa de siempre.
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