Estigmatizar

It’s Not Stigma, It’s Discrimination, Published by NAMI, Dona Ana County, 11-12-2018

Mucho ha cambiado la realidad en la segunda decena del siglo 21 en relación al período de los años '60 (inicio de la segunda mitad del siglo 20) hasta la caída del muro de Berlín, y de ahí hasta el presente, salvo en un aspecto fundamental: el ejercicio de la infamia y el señalamiento dirigido a aislar a determinados sectores sociales o políticos, una variante más de la demagogia que bien es criticada al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

Durante aquellos años encabezaban las campañas dirigidas a estigmatizar sectores opositores, los sectores ultraconservadores que se imaginaban —sin serlo— defensores de la democracia y el mundo libre, apoyado por una clase político-militar enquistada en la paranoia del Departamento de Defensa de nuestra nación, por un lado, y aquellos que se proponían al mundo como míticos redentores barbudos, respaldados éstos, por el complejo militar y los partidos comunistas de Estados-nacionales como la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) que liderara Joseph Stalin, y de la República Popular China, liderada por Mao Zedong.

Derribado el muro de Berlín, y con éste, acelerado el proceso de caída del llamado campo socialista, a pesar de mantenerse en el escenario los regímenes de China, Vietnam y Cuba, se sentaron las bases para que la explosión cultural popular de los años '80 alcanzara niveles no vistos antes en el uso de recursos diversos en las comunicaciones y en la tecnología, y la discusión social y política en torno a las luchas por los derechos contra las diferentes formas de discriminación, esto es, por razones de raza, género, preferencia sexual, de origen nacional, y la concienciación y reclamo sobre la propagación del virus del HIV, y la necesidad de dedicar recursos para atender de manera prioritaria esta enfermedad, entre tantas otras, tomaron un impulso decisivo, aunque ciertamente no posibilitado de dar fin definitivo a males que parecen perseguir la "condición humana".

Los nuevos discursos encontraron fundamentos en el posmodernismo que perseguía los procesos intelectuales desde mediados del siglo 20, y proveyeron con sus variantes nuevas formas de interpretación de la realidad que en esencia invitaron a la superación de los análisis binarios y maniqueos, si bien como cuerpo teórico no dejaría de incurrir en contradicciones conceptuales importantes. Su aportación, sin embargo, como forma de pensar la realidad y la cultura es innegable.

Pero el espíritu reaccionario es un hueso duro que está enquistado en la cultura de las diferentes generaciones de los grupos humanos en los diversos períodos históricos, en las variadas configuraciones territoriales, y según delimitados por contornos culturales.

Y es que, con cuestionables intenciones, y casi siempre con las peores, el espíritu reaccionario está presente para rechazar frenético, y con todo fanatismo, al Otro, al pensamiento alternativo, las implicaciones políticas de la alteridad y, sobre todo, de manera incluso criminal, la diversidad.

Por eso provoca una aguda indignación el que en Puerto Rico, escritores e intelectuales que saben de estas cosas, que poseen determinados niveles culturales, descansando, no obstante, en los laureles de famas ganadas, se presten a que se articule la hipérbole que distorsiona las relaciones de los ciudadanos americanos puertorriqueños con los diversos organismos de gobierno de los Estados Unidos como si éstos fueran extranjeros, haciéndose eco, de paso, del prototipo del peor racismo (baste decir aquí que los puertorriqueños no son tales extranjeros por ser ciudadanos de esta nación), o de aquella que ridiculiza a los puertorriqueños que recibimos asistencia del Seguro Social Federal, o la que propone un espacio común, y desgastado, del romance heroico-revolucionario de jóvenes estudiantes que fuman cigarillos sin parar y le hablan a perros realengos, en un enchufe pretendidamente poético de cuestionable  coherencia y consistencia con la realidad, con banderas anarquistas, cuyo antecedente histórico es tan siniestro como el nacional-socialismo aleman de los '40 dirigido por Adolf Hitler, no sin antes hacer a ensalzar una Cuba revolucionaria, con su permanente Estado y su inmortal partido único, autoritaria y dictatorial, revolucionaria únicamente en los mitos y leyendas de una historia falseada, y detenida en el loop del año 1959.

El ejercicio de estos escritores desafortunadamente promueve estas distorsiones históricas con sus textos, o con vistos buenos para la interpretación de estos últimos, y sobre todo mediante posiciones públicas ancladas en la demagogia del neo-nacionalismo isleño. Por su parte, de este sabotaje contra la honestidad intelectual, la libre expresión y la cultura en su más amplia concepción, forman parte aquellos que, respaldados por las fuerzas de la bienandanza, sabotean los trabajos de quienes escribimos lo que ellos no desean escuchar.

Se trata de las columnas de activistas dirigidas a estigmatizar y aislar a los Otros, con lo que han logrado intimidar a escritores jóvenes y a aquellos mucho mayores, lo que trae consigo el terror a criticar, a decir, a opinar, y la configuración de un mainstream más o menos de la reacción nacional-populista, del discurso that should be, de la imposición del mensaje que tiene que ser, y el accionar excluyente del disentir, en un Puerto Rico que se acerca aceleradamente al primer cuarto del siglo 21, como si en el proceso pretendiera hundirse en el oscurantismo.

Sé que antes yo no era muy leído. Sé que ahora probablemente lo seré menos. Pero me queda la satisfacción de decir lo mío, sin ataduras con la hipocresía. De expresarme. De tratar de impedir que la falta del señalamiento crítico posibilite que la mediocridad, el sabotaje, la incompetencia, la hipocresía, y sobre todo el proyecto de estigmatizar(nos) al final prevalezca.

Con la esperanza, querida, de que, contrario a los pronósticos, todos me lean. Y, por qué no, de que tú también me leas.

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Notas:

1. Revisado y editado 2019/11/22. 11:00 am.

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