Sicarios: un vistazo desde la política

 

Tomado de: Reframing the narrative on gun violence and mental illness

(El pasado lunes 22 de noviembre se produjo el asesinato de dos personas en el Carretera 53 de los pueblos de Salinas a Guayama en Puerto Rico. Por la manera en que se produjeron podemos inferir que fueron producto de una maniobra de sicarios profesionales del narcotráfico boricua. A los efectos de los hechos concretos refiero a la cubierta de Noticel, un organismo de prensa digital, el mismo día a pocas horas del evento. A continuación expongo mis comentarios ante este evento, según los expuse previamente en Facebook, con algunas correcciones de rigor que no afectan el contenido publicado con anterioridad.)

Los hechos acaecidos el 22 de noviembre sólo pueden ser descritos como "terribles". No se tratan de hechos aislados en la también conocida isla de Borinquen. La realidad es que los índices de violencia criminal y asesinatos son sumamente altos, aún en el caso de que se alegue que son menores a los de años previos. Esta discusión, en todo caso, no resuelve el intenso temor y desasosiego que esta violencia produce en la ciudadanía. 


Las estadístias, son eso, índices estadísticos de frecuencia, pero nada dicen del impacto de la violencia criminal en la población de acuerdo a las características y los contextos en que se produce cada crimen. En el caso de marras, las circunstancias apuntan a un encargo de alto nivel y no a una mera guerra de bandos menores de narcotráfico. De qué se haya tratado en realidad está por verse. 


Sin duda es terrible lo que todos saben, lo que todos sabemos: estas escenas son recurrentes. Que estos episodios, independientemente del nivel dentro de la actividad criminal de los involucrados, se repiten día tras día. No debe, no debería, esta violencia hacer perder la atención del conjunto de toda la violencia social que puede ir desde el más paronoico "bullying" en el ámbito familiar o laboral hasta asesinatos meticulosamente planificados. ¿Será esta violencia "boricua" también? ¡Claro que lo es!


Se trata de la violencia en el territorio que ocupa la sociedad boricua como producto del empeoramiento —a niveles aún más agudos a los existentes antes del "Me Vale"— del entretejido social el cual se ha destrozado como consecuencia del colapso económico, que acarreó incumplir con las responsabilidades financieras, como ya habíamos anticipado algunos, entre ellos, sobre todo, y especialmente, el Profesor Elías Gutiérrez.

Se trata de circunstancias que agravan, además, la violencia endémica de la cultura puertorriqueña que existe desde el siglo pasado, que es alimentada por el nacionalismo tanto político como cultural, acrítico e insensible a las consecuencias de sus discursos y sus narrativos, y que patéticamente es defendido por algunas de las personas que, a su vez, se indignan ante la violencia que ocurre en ámbitos no relacionados necesariamente con el narcotráfico.

Imagino la objeción. "Ni la economía ni la polotica, o la cultura, tienen nada que ver con la criminalidad". Pero la realidad es que sí tienen que ver. Mucho tienen que ver cuando la sociedad tiene embargados sus recursos, que en este caso emanan de asignaciones trillonarias del gobierno federal, y no está en condiciones de atender ni siquiera sus necesidades básicas en las áreas de seguridad, salud, y educación.

Ante un cuadro como el presente la sociedad que no se mira críticamente falla. Falla el gobierno que no articula un lenguaje abierto de educación e información a la ciudadanía sobre las circunstancias presentes en el territorio ni articula una estrategia que, aún dentro de la precariedad real, permita comenzar a caminar en la "dirección correcta".

Falla quien no alcanza a ver, con ánimo inquisitivo, lo complejo tras todos los eventos terribles que constituyen el presente momento "boricua". Con ánimo, como se hubiera dicho en los años '70 en las academias de cierta izquierda, un ánimo "serio y sinceramente autocrítico".

Se falla finalmente cuando se obvia que sin participación efectiva en el Congreso, se obstaculiza el proceso de allegar fondos a la isla para redirigir sus vías de desarrollo, acorde a sus condiciones geográficas y climáticas, y la fiscalización, no solo de los políticos boricuas, sino la operación cuestionable de algunas agencias federales. 

La carencia de poderes concretos cuando Puerto Rico está sumamente integrado al sistema económico y poltico de Estados Unidos, pero apenas con la irrelevante voz de un cargo de Comisonado Residente, y sin derecho a ninguna ninguna representación cabal, ni voto, es la esencia de la condición terrritorial-colonial de la isla. En ese contexto, y a causa del peso desestibilizador de éste, es que se produce la realidad de la violencia criminal en Puerto Rico.

Desde luego, y estoy de acuerdo con la otra posible objeción de algunos de los lectores, la solución del problema territorial no resolverá de manera automática nuestros problemas de mediocridad y corrupción de nuestras clases dirigentes, públicas y privadas.

Sin embargo, si no comenzamos a construir una nueva estructura de relaciones jurídicas, políticas, y de fiscalización a quienes les toca fiscalizar, y no lo hacen, y a quienes en el gobierno descarrilan las ayudas federales, y no las administran correctamente, las futuras generaciones tendrán que abandonar la isla y dejar que se hunda sóla en el Mar Caribe.

Me parece que todos podemos hacer algo mejor por Puerto Rico y la sociedad que aquí sobrevive, de modo que podamos comenzar a superar el estancamiento y el atraso. De paso, nadie olvide que la responsabilidad siempre será de todos.

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