Anda suelto un aprendiz de Dictador
Mural de Hugo Chávez y Nicolas Maduro, presidente de Venezuela. Getty Images. Según publicado por nbc.latino |
Por: Lcdo. Franklin Rivera Rivera *
[Colaborador]
La democracia aún con todas sus imperfecciones ha representado un apoderamiento en el ámbito político para millones de individuos. El gobierno de las leyes gira alrededor del respeto a la ley y a las instituciones, pero más que eso, es la creación de un ambiente y una cultura de tolerancia, y de respeto, al que piensa distinto, a las minorías, al disidente.
Tiene que haber un apego a la racionalidad que reconoce las diferencias y permite la inclusión de todos. Es mucho más que la participación electoral, es un estilo de vida tan frágil que necesita que los hombres y mujeres que se identifican como sus líderes, la defiendan con su discurso, pero más importante aún, con sus acciones.
La historia está llena de populistas y demagogos de derecha y de izquierda, electos y no electos democráticamente, que han intentado imponer su criterio, siempre creyendo, según ellos, que llevaban a sus pueblos por el camino al cielo. Millones de víctimas ha sido el saldo de esos ensayos voluntaristas.
Por mencionar un sólo ejemplo, cercano y vigente, recordemos el caso de Hugo César Chávez y Nicolás Maduro. Ganaron varias elecciones y beneficiaron a muchos inicialmente mediante una política clientelista basada primordialmente en la utilización festinada de las divisas generadas por el petróleo.
Utilizaron inicialmente las instituciones democráticas, y se fueron apoderando de éstas hasta que todas respondían a los designios de Chávez y, después, Maduro. No era raro ver a Hugo Chávez ante las cámaras de televisión dictando el encarcelamiento de una juez o decretando la expropiación de varios edificios con la mera frase “Exprópiese”.
Cuando perdían electoralmente una alcaldía inmediatamente creaban una paralela. Cuando perdieron la mayoría en la Asamblea Legislativa crearon una Asamblea Constituyente para no reconocer la Asamblea Legislativa electa por el pueblo.
Parece ser que ningún país, aún las colonias, está exento del virus de las actitudes autocráticas. En el caso de Puerto Rico, las actitudes y acciones del presidente del Senado, Tomás Rivera Schatz, lo ejemplifica. Rivera Schatz no respeta acuerdos del ejecutivo, no respeta a la prensa, no respeta a los representantes —quienes doblan las rodillas—no respeta a sus compañeros senadores y lo peor, no respeta al pueblo.
Se puede tomar nota de uno de sus últimos discursos de barricada, en el que cerró con una anécdota en la que comparaba a sus compañeros senadores y al pueblo con unos niños, a quienes los abuelos los consienten. Rivera Schatz afirmó en esa ocasión que como el iluminado y, verdaderamente, el hombre de carácter, era el llamado a educarlos y disciplinarlos. Este cierre fue digno, sin duda, de un Rafael Leonidas Trujillo, quien fuera presidente de la República Dominicana durante el período de febrero de 1930 a mayo 1961, en el ejercicio de su poder dictatorial.
Por otro lado, Rivera Schatz creó todo el problema político y jurídico sobre la sucesión del entonces gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, posponiendo fuera del término de la renuncia, la vista y votación del Senado, sobre la designación que éste último hizo del Secretario de Estado.
No actuó cuando tenía que actuar en apego a los intereses del país y sus instituciones. Por el contrario, se dejó llevar, como es su costumbre, por sus pasiones y ansias de poder, bajo la consigna de sacarle un ojo a su adversario aunque ello signifique sacarle los dos ojos al pueblo.
Ahora, con la arrogante lógica de los que subestiman la inteligencia del pueblo, se declara dueño de la gobernación, con derecho a imponer su candidata. En parte está consiguiendo sus objetivos ya que está sembrando el miedo en algunos sectores que aparentan temerle.
Hay que detenerlo en esta etapa antes de que sea muy tarde, evitando que su modelo de “hombre fuerte”, de arrogancia y atropello a la dignidad, percole en nuestra sociedad. Bastante daño ha hecho ya. Que nadie más le haga coro, para que pueda irse en paz.
* Ex-Director Ejecutivo Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico
Se puede tomar nota de uno de sus últimos discursos de barricada, en el que cerró con una anécdota en la que comparaba a sus compañeros senadores y al pueblo con unos niños, a quienes los abuelos los consienten. Rivera Schatz afirmó en esa ocasión que como el iluminado y, verdaderamente, el hombre de carácter, era el llamado a educarlos y disciplinarlos. Este cierre fue digno, sin duda, de un Rafael Leonidas Trujillo, quien fuera presidente de la República Dominicana durante el período de febrero de 1930 a mayo 1961, en el ejercicio de su poder dictatorial.
Por otro lado, Rivera Schatz creó todo el problema político y jurídico sobre la sucesión del entonces gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, posponiendo fuera del término de la renuncia, la vista y votación del Senado, sobre la designación que éste último hizo del Secretario de Estado.
No actuó cuando tenía que actuar en apego a los intereses del país y sus instituciones. Por el contrario, se dejó llevar, como es su costumbre, por sus pasiones y ansias de poder, bajo la consigna de sacarle un ojo a su adversario aunque ello signifique sacarle los dos ojos al pueblo.
Ahora, con la arrogante lógica de los que subestiman la inteligencia del pueblo, se declara dueño de la gobernación, con derecho a imponer su candidata. En parte está consiguiendo sus objetivos ya que está sembrando el miedo en algunos sectores que aparentan temerle.
Hay que detenerlo en esta etapa antes de que sea muy tarde, evitando que su modelo de “hombre fuerte”, de arrogancia y atropello a la dignidad, percole en nuestra sociedad. Bastante daño ha hecho ya. Que nadie más le haga coro, para que pueda irse en paz.
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* Ex-Director Ejecutivo Comisión de Derechos Civiles
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