El cielo ya no es lo mismo
Tomada de Wired, provista por Red Bull Stratos |
'‘Sometimes you have to go up really high to see how small you are''
("A veces hay que subir muy alto para ver
lo pequeño que eres")
Felix Baumgartner
Cuando el 14 de octubre
de 2012 Felix Baumgartner se lanzó desde 128,100
pies de altura, unas 24 millas y media desde la superficie terrestre, no solo realizó
una hazaña inverosímil que muy probablemente no será olvidada, ni superada, en
decenas de años por venir. Este piloto y paracaidista austriaco hizo aun algo
más.
Nos recordó el
tesón de esta especie en su aspiración constante de alcanzar nuevas fronteras; el
hecho concreto de que, sin esos atributos, la historia de la Humanidad estaría
estancada en las cavernas; y sobre todo, la sencilla verdad de que somos
habitantes de un planeta inmenso, algo que, debido a nuestra vanidad y nuestras
estrechas miras, sólo es comprensible desde una perspectiva visual y racional
de 128,000 pies de altura, tal y como afirmó, tras su salto estratosférico, y
probablemente con pretensiones menos reflexivas, este aventurero sin límites
conocido como “Fearless Felix”, o “Félix, el valiente”.
Salto de Joseph Kitting en 1960. Foto cortesía de Wikipedia. |
Admito que cuando
me enteré del salto proyectado pensé que efectivamente el acto a realizarse, y
las metas planteadas, eran admirables, pero los cuestionamientos de costumbre
—y sumamente válidos, ¿cómo no?— tenían un peso mayor y definitivamente no se
hicieron esperar.
Pensé que todos los recursos dedicados a la organización de este evento de mercadeo por Red Bull, la empresa de bebidas con áurea “extreme”, muy bien podrían ser destinados a otros asuntos de mayor urgencia para la población mundial. Pensé que lo mismo podría decirse de buena parte de las investigaciones científicas espaciales, o militares, promovidas por grandes corporaciones o las potencias dominantes en el presente orden económico mundial.
Más aún, pensé que otro tanto debería ser
exigido a las organizaciones deportivas profesionales, las cuales celebran jugosos
eventos como la Copa Mundial de Futbol,
las Grandes Ligas, la National Basketball Association, así como, digamos, al
complejo entramado del Boxeo profesional. ¿Y qué tal si se unen a los esfuerzos
las grandes cadenas televisivas y de prensa internacionales? O mejor aún, ¿qué
tal si se conmueve a tales fines la sensibilidad, inspirada en la “apreciación
estética”, de las sinuosas casas de subastas de arte y de otros objetos de
valor?
La agenda sería
larga en ese sentido. Vienen a la mente realidades tan terribles como las
de Zimbabwe, Liberia, Burkina Faso, Turkmenistan, Djibouti,
Namibia, Yemen, Nepal, Kosovo, Belarus, Lesotho, Senegal, Kenya, Haití, las Islas Marshall, la Franja de Gaza, Afghanistan, Irán, y tantos otros lugares del
planeta azul.
Mientras
observaba la hazaña de Baugmanster —mi pareja y yo la “seguimos” casi desde el
principio a través de la página en Internet de Red Bull —, aunque
no desaparecieron del archivo de datos mentales las reflexiones que ya mencioné,
todos nuestros sentidos se concentraron, durante aproximadamente dos horas y
media de transmisión, en el ascenso y posterior salto desde la frontera con el
espacio.
Vistas hoy las
cosas en perspectiva, y aunque mis preocupaciones siguen presentes, y me
gustaría recibir información contundente acerca de la existencia de similares esfuerzos millonarios por parte de Red Bull, y de otros, que
contribuyan a atenuar el sufrimiento y la miseria en, por ejemplo, algunas de
las naciones africanas, lo cierto es que el impacto en mis emociones y pensamientos del salto de "Félix, el valiente" fue mayor que lo que yo mismo esperaba.
Mientras
caminaba, sin dejar de observar el firmamento, y evitando caídas inesperadas, comprendí
que, al menos para mí, tras el salto de Baugmanster desde el límite entre la Tierra
y el cosmos, el cielo ya no es lo mismo.
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