Violencia en Puerto Rico: tan clara como el agua

Para René es tan claro como el agua. Cuando en un país los delincuentes ya son capaces de acosar y dispararle a la policía, la cosa —afirmó con su acento de cubano oriental— ya no tiene remedio, la cosa se jodió mi hermano. “Por eso” —me dice— “me voy para Miami tan pronto tenga la primera oportunidad”.

René, este Zavalita atrapado en esta isla-jaula del Caribe, y cuyo nombre verdadero me reservo, afirma: "llegué de Cuba hace 18 años, y me quisiera quedar, pero no se puede, entre la factura de la luz y las otras necesidades, y encima esta intranquilidad y esta violencia…”

“Uno busca calidad de vida”, me dice, “vivir y trabajar tranquilo en lo que sea decentemente”. Y es que René tiene sus prioridades muy claras; tan claras como las tenía cuando salió de Cuba. No hay aspiraciones aquí de autos de lujo, mansiones con piscina, ni mayordomos, ni damas de servicio que lleven los perritos a cagar al parque. Por el contrario, bastaría vivir tranquilo, feliz, en un sistema democrático donde uno no sea perseguido o aislado por sus ideas.

Comentamos a manera de broma que Puerto Rico es una colonia, que cuenta formalmente con las libertades de la democracia liberal —lo cual no asegura que sean respetados consistentemente sus principios—, pretende ser capitalista, pero funciona como un sistema socialista donde se depende para todo del Estado y del gobierno, como ocurría en la Cuba que abandonó René, con la diferencia de que el financiamiento lo proveen los "yanquis".
Se parte de la premisa de que el gobierno tiene que resolverlo todo, incluyendo el ser proveedor directo de empleos —aunque éstos sean para mover papeles de un escritorio al otro— en lugar de promoverse la manufactura y la producción. En otras palabras, una economía estatizada.

En el caso particular de Puerto Rico, en una síntesis sumamente apretada, desde los años '80 no se atendió el sector primario de la economía, ni se planificó a largo plazo frente a los cambios que eran inminentes, lo que hizo que la economía fuera cada vez más dependiente del gobierno.

Esa desatención fue producto, en gran medida, de la dependencia en los fondos generados por las llamadas compañías 936 (1); de la estrategia dirigida a sostener a los sectores de la oligarquía colonialista que controlaban y controlan la industria bancaria y financiera; y de usar el gobierno como mecanismo para comprar votos, mediante el reclutamiento de empleados para puestos que en realidad eran innecesarios, lo que produjo, al cabo del tiempo, no sólo una economía dependiente del paquidérmico aparato gubernamental, sino que explotara una crisis de déficit presupuestario.

En el caso de Cuba, el fracaso del esquema de economía estatizada —con sus particularidades y profundas diferencias respecto a la economía de Puerto Rico—, quedó evidenciado por el despido progresivo de 1,300,000 empleados del gobierno. Por otro lado, ese esquema ha fracasado en aquellos países europeos que han pretendido sostener unos beneficios sociales, sin contar con un nivel de producción económica que genere los ingresos para costearlos.

Regreso a Puerto Rico siglo 21. Si a lo indicado por René se añade la información salida el 15 de febrero en El Nuevo Día digital, según la cual el 27% de la economía isleña se nutre del narcotráfico, y que conforme allí se indica —citando al abogado criminalista, Antonio Sagardía— los elementos que financian y se benefician en gran escala de toda esta operación residen en lugares como el Condado (un sector exclusivo en la zona turística de San Juan), y disfrutan de todos los privilegios que corresponden a sus altos ingresos, tenemos todos los elementos para el desastre perfecto.

Medidas tan sencillas —pero para muchos políticos tan inconvenientes— como la legalización y medicación de las drogas se han expuesto y repetido en cientos de ocasiones. Su consideración, estructuración y puesta en práctica es urgente, sin dudas.

Sin embargo, esta medida no es una panacea para la violencia que vive la sociedad puertorriqueña, sumida como está en el control de los espacios públicos no sólo por adictos, sino por pistoleros y traficantes de diversas escalas. Sencillamente, la legalización y medicación de las drogas conlleva unos procesos de por sí complejos, mucho más en un pesado y burocrático gobierno.

Por otro lado, reconozcámoslo. La sociedad puertorriqueña es violenta y esa cultura de la violencia se ha venido cuajando, particularmente desde los años 70, con la aquiescencia de sectores de la actividad cultural, la intelectualidad —con rarísimas excepciones—, y sobre todo, el izquierdismo y el nacionalismo, al defender y promover los íconos, así como la visión y actitud frente a la realidad, predominantes en los barrios marginales, sin asumir una actitud crítica, sin separar el grano de la paja. (Vea Puerto Rico: Violencia y Civilidad, del 20 de junio de 2010. Considere además el artículo de Gretchen Sierra-Zorita para The Christian Science Monitor titulado: As violent Puerto Rican drug trade seeps into mainland US, Washington must act.)

Con ello no limito la violencia de la sociedad puertorriqueña a la que emana del narcotráfico o los barrios marginales. Ya en una ocasión anterior señalé que el problema que plantea la violencia en la cultura puertorriqueña se manifiesta en diversos ámbitos, incluyendo la actividad político partidista. ("¡Gloria al Lumpen!: Puerto Rico demuestra su Civilidad".)

Puerto Rico precisa de enfrentarse con sus contradicciones y desenfoques. El primer reto es terminar el dilema de la relación colonial con los Estados Unidos, de modo que los recursos intelectuales y políticos sean dedicados a la atención de los problemas socioeconómicos de la Isla, y se tengan claras cuales serán las fuentes de financiamiento de los cambios estructurales que urgen sean realizados.

El segundo reto es reconocer que, no importa cual sea la solución que se le dé al problema colonial, la sociedad, la calidad de la convivencia colectiva, los servicios públicos (léase salud, educación, vivienda y transporte), así como, evidentemente, la economía isleña, están desbarrancados; y que su reconstrucción y reorientación podrían tomar una generación completa, es decir, unos veinte años.

En ese sentido, y como he señalado en tantísimas ocasiones anteriores, urge que todos los sectores —políticos, sociales, empresariales, comunitarios, sindicales, e intelectuales— abran las puertas a un diálogo realmente franco, realmente sincero, en el cual todas las partes estén dispuestas a ceder en sus estrechos intereses particulares para hallar avenidas de consensos.

Desafortunadamente, el lector sabe mejor que yo que las prácticas de colocar zancadillas inspiradas en las motivaciones políticas estrechas de cada cuatro años, o de tratar de lograr una victoria de “clase”, o de pretender demostrar que los discursos y las posturas conceptuales propias son las correctas, estarían rondando este esfuerzo, si es que se llevara a cabo. De mi parte solo puedo lanzar la idea.

De algo si estoy seguro. Mi amigo René no se sentará a esperar el desarrollo de los acontecimientos en la isla-jaula boricua. De hecho, hoy lo ví en el estacionamiento de un supermercado local en el Condado. Su pasaje a Fort Lauderdale es para dentro de un mes. Sin regreso, por supuesto.

Nota:
1. Las 936 es el nombre con el que se conocían las compañías norteamericanas —principalmente farmacéuticas— que se instalaban en Puerto Rico y disfrutaban de una serie de beneficios contributivos bajo la sección 936 del Código de Rentas Internas de los Estados Unidos.

Comentarios

TFT ha dicho que…
Excelente reflexión, y gracias por lanzar el reto.

Mi reacción a ésta responde a mi opinión muy personal AHORA (todo cambia…), y es la siguiente:

El problema seguirá estando, antes que en los demás (son consecuencia de) en uno de los tres obstáculos que planteas, sin embargo: la definición concreta (todo en la vida está sujeto a cambios, pero eso es otro tema) de la relación de la isla con los EEUU. Todo lo demás, sospecho y siento, es producto directo de esa raíz, específicamente en este siglo 21 (poque ya no hay excusas para pensar que lo que pasó "en antes" sigue definiendo, al menos exclusivamente –como tant@s intelectuales crioll@s insiten en insistir–, este "guiso boricua", muy a pesar de las herencias culturales y demás procesos de ese largo viaje hacia lo que "somos" hoy: sí, la "herencia" es parte fundamental de quienes "somos", pero, no, no es TODO lo que somos, ya).

Porque lo que "somos" hoy, como gente, es "mucho muy" complicado (como dirían en México… :-)

(Que baste como ejemplo el hecho de cómo en Puerto Rico cada vez menos gente que se "canta" "hispanófila" domina la lengua castellana que heredamos y que, supuestamente, es la "nuestra"…).

Por decirlo de otra manera: Puerto Rico es un gran árbol. Bello, sí. Un híbrido precioso que "salió bien", en su apariencia y su "promesa". Tiene mucho que ofrecer, aparte de esa sombra que protege de ese sol que a veces quema: flores que embellecen, frutas que alimentan. Sabré yo sobre el potencial de nuestra isla (porque no hay duda que hay una escencia maravillosa que sigue viva, a pesar de los pesares, y es lo que extrañamos cuando no estamos allá –a menos que tengamos otro norte espititual, obviamente, cosa que es muy entendible, también).

Pero el árbol está enfermo. Lo que se ve desde afuera no refleja lo que ocurre dentro del árbol. Porque hay problemas en sus raíces; cualquier árbol –sin importar su aparente belleza y sus bondades– muere, a la larga o a la corta si la raíz está enferma.

Por lo que pienso yo (como se dice en la isla del espan…encanto), de no resolverse ese meollo, sálvese quien pueda, porque nada podrá, jamás, mejorar: seguiremos "patinando en seco" infinitamente. ¿Habrá cuerpo que lo resista?

O independencia o estadidad; lo demás es Disney World.

Mucha suerte a "René" por allá por "los Miamis" (esperemos que no acabe en Orlando, tabajando para Disney; pero, si es ése el caso, ¡qué lección para quienes sigan albergando a ese Disney inventao!), y esperemos que encuentre allá mejores… raíces.

Un abrazo, Eric. ¡Siempre incitando el pensamiento..!
Jaime Fournier- Ferrá ha dicho que…
Gracias Eric. La verdad diáfana, no solo duele, refresca. Un abrazo enjaulado para tí, Amigo.
Eric N Alvarez ha dicho que…
Recibe Jaime un saludo afectuoso. Gracias por leer y comentar... Un abrazo.

TFT, un abrazo afectuoso y con el cariño de siempre. Estamos de acuerdo. Al final si no se resuelve la "maldición de los mil años" (tal vez me puedas editar ese proyecto), y se adopta una relación política clara y estable con los EE UU, los problemas que nos aquejan hoy seguirán reproduciéndose y repitiéndose at nauseum.

La violencia en Puerto Rico se ha hecho un elemento esencial, ideosincrásico, característico de la cultura puertorriqueña. Es eso lo que trato de destacar en este artículo y los artículos previos citados.

Sin embargo: o nos hemos acostumbrado a la violencia en el día a día; o no la queremos ver; o simplemente está inscrita en el ADN de los puertorriqueños; o la visión bucólica del pasado, la nostalgia del campo, y del presunto buen jíbaro boricua, nos llevan a negar el carácter violento de la cultura en general de la sociedad puertorriqueña, y del nivel de violencia en las calles.

Hoy por ejemplo a las 3:50 pm, en plena Ave. Isla Verde, se produjo un tiroteo. A las 3:50 una tarde en Isla Verde el movimiento era, en otra época, puramente playero; en la actualidad, forma parte de la zona de guerra de narcotraficantes, o simplemente es otro lugar de muchos en donde se resuelven —a fuerza de balas— las rencillas entre conductores.

Finalmente, TFT, mi crítica a la actitud de los años '70, a la posición de glorificar la cultura del gheto como "cultura contestaria", responde a que los vientos presentes no salen de la nada, sino de procesos sociales y políticos. Y la responsabilidad de la descomposición social presente de la Isla no la tiene nadie más que los propios puertorriqueños, y particularmente los discursos idealizantes de la violencia por parte de la izquierda y el nacionalismo de esos años.

Ciertamente, sin embargo, ya en el siglo 21 es más necesario encontrar alternativas. La solución de la condición colonial es, en ese sentido, esencial.

Pero me preocupa, como dije en el artículo y aunque nos duela admitirlo: "...no importa cual sea la solución que se le dé al problema colonial, la sociedad, la convivencia colectiva, los servicios públicos (léase salud, educación, vivienda y transporte), así como, evidentemente, la economía puertorriqueña, están desbarrancados; y que su reedificación puede tomar una generación completa, es decir, unos veinte años." Ojalá me equivoque, TFT. Ojalá me equivoque.

Como siempre, gracias por tus agudos y profundos comentarios.
Eric N Alvarez ha dicho que…
TFT, en una conversación hace unas horas, m reafirmé contigo de que:

"Al final si no se resuelve la "maldición de los mil años" (tal vez me puedas editar ese proyecto), y se adopta una relación política clara y estable con los EE UU, los problemas que nos aquejan hoy seguirán reproduciéndose y repitiéndose at nauseum."

Los fundamentos los tengo en mente y serán objeto de futuros artículos.

Por lo pronto un abrazo afectuoso y agradecido.

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