Cuba: el difícil camino del fracaso socialista, a un mundo volátil, vertiginoso y sin fronteras
La prevista apertura de los mercados en Cuba, de ocurrrir en realidad, sería un paso de avance al posibilitar nuevos niveles de ingresos económicos para la fuerza laboral cubana, y la disponibilidad de bienes y servicios de los que ha carecido la isla en los últimos cincuenta años.
Se trata de un escenario posible ya que al presente no se visualiza que los burócratas del Partido estén dispuestos a permitir la organización y participación de otros partidos políticos, la celebración de elecciones libres, y mucho menos, ceder el control del gobierno, desprenderse de sus actuales privilegios, y de la sensación de autoridad y poder que les produce ser un "cuadro dirigente comunista" y "funcionario del gobierno de la República".
Si ha de producirse en Cuba una Revolución de Terciopelo, como en el caso de Checoslovaquia, o la continuación del régimen del partido único, como en China, responderá al grado de sensatez de los actores tanto dentro del Partido Comunista, como en la oposición democrática.
Sea uno u otro el escenario, lo cierto es que nadie debe llamarse a engaños. En ambos el proceso de transición del socialismo, basado en una economía controlada totalmente por el Estado, a un modelo de economía capitalista, no será necesariamente un proceso sin dificultades ni nuevos conflictos políticos e ideológicos.
Los procesos de ajustes a nuevas disciplinas de trabajo, a confiar en la capacidad empresarial de los ciudadanos en su carácter individual, a la presencia de empresas y actividades de negocios norteamericanas y de otros países, el reto que ello le planteará a elementos xenófobos y nacionalistas de la sociedad, particularmente a aquellos vinculados al régimen presente, augura un viaje accidentado, de ascensos y descensos abruptos, como los de una de esas vertiginosas montañas rusas.
Será ese el costo del encuentro de Cuba con la celeridad de los avances tecno-científicos, con la vitalidad y agresividad de las fuerzas económicas, así como con las contradicciones de un mundo de desarrollo desigual, y en el que las fronteras nacionalistas van desapareciendo, a pesar de aquellos que tratan de impedirlo, anclados en un populismo xenófobo.
La democratización de las estructuras políticas, y de la sociedad en general, en el caso de que el Partido Comunista no logre imponer los modelos asiáticos, permitirá que salgan a la luz, inevitablemente, aquellos lados mórbidos, el lado de los lamparones colectivos e individuales, que la dictadura ha mantenido bajo la alfombra, mediante la represión y la propaganda.
Sin embargo, bien vale la pena enfrentar la realidad tal cual es, si ese es el precio por respirar el oxígeno liberal de los derechos democráticos. En todo caso, es el ejercicio de estos derechos —y no las “orientaciones”emanadas de un caudillo iluminado— lo que le permitirá al cuerpo vivo de la sociedad cubana hayar sus propias soluciones a los problemas que han permanecido ocultos por la dictadura, y a los nuevos que sin dudas habrán de surgir en el futuro. (Vea: Comentario y Enlace a Mario Vargas Llosa: La derrota de Chávez, publicado en EL PAIS.com )
En todo caso, la agenda democrática en Cuba, de no producirse junto a los cambios del modelo económico, seguirá siendo una tarea, no sólo de los propios cubanos, sino de todas las fuerzas liberales y democráticas globales. Fuerzas que, como afirmó Karl Marx sobre "el proletariado", no tienen patria: sólo un planeta, una Humanidad, y un conjunto de derechos esenciales por los cuales luchar.
Comentarios
Gracias por el artículo. Planteas asuntos muy relevantes. Un abrazo.