La seducción de Perseo
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Medusa y Perseo, amantes. Eric N Alvarez © 2025. Todos los derechos reservados. |
En noches de catástrofes y lluvias eternas, las leyendas nacidas en la mitología griega pueden reflejarse en las sombras de mi mente de manera abrupta, tal vez irreverente; así, se revela, entre sombras marcadas por las nubes, una bella y heroica Medusa seduciendo a Perseo, quien debía decapitarla con la ayuda de las divinidades Atenea y Zeus; la Medusa a cuya presencia se enfrenta Perseo, es una mujer erotizada, bella, sin serpientes en su cabeza, y sin intención alguna de convertirlo en piedra, contrario a lo que hubiera deseado hacerle a Poseidón, dios de los mares, quien la violara en el palacio de Atenea; Perseo y Medusa hacen el amor, y dejan su rastro en sombras y formas que luego me obsesionan, y debe haber sido así, como señalan las nubes, deben haberse fundido sus bocas y sus cuerpos, y debía verse Perseo a sí mismo traicionando a Atenea, en su promesa de decapitar a Medusa, aquella Medusa muy distinta a la que le había sido descrita por las divinidades; Medusa, sumida en la sexualidad que provocó Perseo en ella, no pudo evitar su transmutación de gorgona, como lo eran sus hermanas Esteno y Euríale, convirtiéndose en una mujer de inenarrable belleza, siendo su cuerpo desnudo inconfundible con el de otras mujeres, o aún con la propia Afrodita; pero la leyenda en los resquicios de mi memoria no encuentra, digamos, un final claramente feliz; la propia Medusa, aún en medio de los ritos de la pasión con Perseo, le pidió ser decapitada pues era la única manera para terminar su condición de gorgona, alcanzando definitivamente su condición humana; tras ello, le dijo, no podría asociarse nunca más su cuerpo con su rostro terrible y sus serpientes; de esa manera, exclamó conteniendo el deseo de hacerse de la espada de Perseo para exigirle que actuara, trasmutaría en otro ser, y sería liberada del castigo injusto y paradójico que Atenea le impuso a Medusa, tras haber sido violada por el dios de los océanos; Perseo, quien sabía que sería entregado por Atenea a Esteno y Euríale para ser convertido en roca de no cumplir su promesa sobre la vida de Medusa, accedió a su pedido, decapitó a aquella mujer sin serpientes ni ojos capaces de convertirlo en piedra, presentando después a Atenea tan solo el cuerpo desnudo de Medusa, en lugar de su cabeza; Atenea dudó que Perseo le hubiese obedecido, según le había exigido, pero el cuerpo inconfundible, ahora inerte, de Medusa, aquella mujer a la que en realidad odiaba, por ser deseada y admirada, a diferencia de ella, por todos, hombres y mujeres mortales así como inmortales, hizo que le creyera a Perseo cuando, mintiéndole, este le juró que se sintió aterrado al ver la cabeza de su víctima en el suelo dirigiendo su mirada a sus ojos, y que para evitarla, le dijo, decidió llevar ante ella el cuerpo de Medusa decapitado; fue así que Medusa venció, y trascendió sobre el castigo de odio contra su sensualidad y su magnetismo semi-divino, siendo acogida y admirada en otras tierras, aún en tiempos venideros, como la diosa Venus; es extraño, me digo en noches como ésta, después de todo parece ser cierta la profecía de este mito que invade mi mente con frecuencia; el cuerpo desnudo de Medusa, su torso, sus senos, sus vellos del deseo, aparecen una y otra vez en las siluetas arbóreas que me rodean a diario, llenas de rastros de serpientes muertas en enredaderas, mas no con su cabeza ni, por supuesto, con su rostro de telarañas de reptiles en aquél lugar donde ocurren todos los delirios inexplicables.
Eric N Alvarez
La Seducción de Perseo © 2025
Texto e imágenes
Todos los derechos reservados.
Revisado y editado: 2025.05.28
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