Una milésima de tiempo y espacio (o fantasía aparente para dar gracias)

Boca de El Morro, bahía de San Juan, Nov. 20.2023 © Eric N Alvarez


Una milésima de segundo se suma divertida a otra milésima y a otra y a otra, y en el proceso construyen segundos que, a su vez, edifican minutos que componen horas y éstas, de la misma manera, días, y semanas, meses, y por supuesto, años, que transcurren a la velocidad de la luz, imperceptibles de ordinario a nosotros, habitantes de un punto lejano e infinitamente pequeño en un universo de tantos innumerables que no podemos imaginar, pero de los que sabemos, después de todo, que por ahí andan, como fantasmas incontables.


Tal vez esto permitiría señalar que el tiempo transcurre imparable a velocidades inconcebibles, que sólo los niños no perciben porque sus  puntos de referencia son otros ritmos del tiempo y el espacio, en otros planos del universo que son los mismos y al mismo tiempo son otros muy distintos a los que habitamos sus otros: los adultos. 

Uno piensa que el ciclo continuará su espiral centrífuga, o acaso centrípeta, y los niños de ayer serán los tros, los adultos, en complejos universos que se seguirán expandiendo. 

Para ese momento seremos putrefactos cadáveres bajo tierra de lo que quede del planeta, o cenizas lanzadas al mar, o al viento, y el inmenso cosmos, entre sus partículas más pequeñas hasta las dimensiones inconcebibles, tal vez haya acogido en su seno nuestras almas trashumantes, si es que de ellas algo queda, para trasladarnos hasta un evento horizonte tras un indefinible viaje, o hacernos repetir el ciclo, y seremos como aquellos chiquillos para quienes el tiempo y el espacio tendrán dimensiones lentas, gigantescas, inconmensurables, ingenuos e ignorantes de este ciclo universal de la vida, en cualquier otro lugar, en cualquier otra instancia del tiempo.


Eric N Alvarez © Nov.23.2023


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