El oscurantismo del acoso cibernético tiene que terminar


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(Editado a 2021-09-16 para aclarar y añadir algunos asuntos a los contenidos en este ensayo, según publicado el 2021-09-15. Gracias.)

El oscurantismo del acoso, tanto cibernético como en los medios de comunicación en general, tiene que terminar. 

Acudimos al enlodamiento, la  vulgarización, y el abuso en la utilización de los medios de comunicación. La realidad es que diferentes actores,  incluyendo líderes políticos de todos los bandos,  han utilizado de manera abusiva los mecanismos de libre expresión, para destruir reputaciones, violentar los derechos de quienes no comulguen con sus ideas, así como penetrar el umbral protector de las personas que representa el derecho a la intimidad.   

Un monstruo se ha despertado, y ha sido alentado por intereses estrechos y mezquinos, incluyendo aquellos en el orden ideológico sectario y dogmático, para promover la censura, el odio y el acoso contra el Otro por motivos presuntamente loables, que en realidad son irracionales, y venteando alegaciones sin fundamentos sobre diferentes situaciones.

Son preocupantes los eventos que culminaron en el suicidio del gestor cultural y artístico, José (Fofito) Morales, en el que se armó una trama, delictiva por sí misma, de persecución y acoso basada en alegaciones sin evidencia, y saltándose, en todo caso, la institucionalidad dictada por el procedimiento criminal. (Sobre este punto vea El peso de las mentiras infames: una mirada política y de Derecho al oscurantismo y el extremismo.)

Grave también es la situación cuando se utilizan estos medios para condicionar la libertad de expresión, impidiendo a los demás su efectivo ejercicio por razones ideológicas o dogmáticas. Alarma el germen autoritario de estas tendencias ya que parten de un discurso mediante el cual se enaltece una suerte de comunidad primitiva, definida por la opinión de sus miembros sobre la realidad, la cual protege y defiende a sus miembros, y se condena en los Otros lo que no se condena en el caso de los miembros de cada tribu. 

Esto a su vez plantea un serio quebrantamiento del entretejido social mediante lo cual las normas de la sociedad son distorsionadas para favor los intereses cada secta y cada tribu. Alarma porque este autoritarismo, cuya influencia política está atada a la influencia en cadena que pueda generar cada segmento o secta,  pretende que las personas fuera de estos grupos, acepten, o al menos no cuestionen su discurso, a riesgo para todos nosotros de ser objeto del ostracismo y la difamación. (Vea segunda nota al calce.)

La libertad de expresión no debe penetrar los ámbitos más íntimos, la vida personal de los ciudadanos, aún en los casos de funcionarios públicos, ni a su vez ser ejercida para coartar mediante los discursos autoritarios la libertad de palabra de los demás.

Es muy grave la situación que se plantea cuando en el ejercicio troglodita de los mecanismos de expresión se ataca el ámbito personal, y se viola el derecho a la intimidad, aquél que definió el Hon. José Trías Monge (entonces presidente del Tribunal Supremo de Puerto Rico) como uno de amplia factura. Se trata de un principio que deberían recordar aquellas personas de todas las formaciones políticas que son abogados y se desempeñan en la legislatura. 

Se trata de distinguir hasta dónde la denuncia o la convocatoria a la acción de las masas puede llegar dentro de una discusión política seria sobre asuntos de importancia pública. En ningún caso debería llegarse al extremo irresponsable de dirigir a las militancias a socavar la vida íntima o personal de ninguna persona en el ejercicio de ninguna de las funciones de gobierno o en posiciones de liderato de organismos de oposición. 

En el caso de todos los funcionarios públicos, y en particular de los legisladores, quienes se involucran en discusiones públicas con frecuencia, debe recordarse que sus obligaciones son tan serias que hacen impropia la reproducción de los gestos y conductas del militantismo y la falta de rigor del fanatismo de los partidos.

En ese sentido, son irresponsables los legisladores que usando la "inmunidad legislativa" incitan a actos violatorios de la intimidad ajena, y promueven la utilización irresponsable de los medios "sociales", lo que a su vez provoca un grave disloque en el que la violencia en los medios de comunicación sustituye la divulgación seria de información, y el intercambio sereno de ideas y de afectos.

Aunque se puede reflexionar mucho más sobre este asunto, no puedo dejar de señalar que me preocupa profundamente que el vicio de la violencia y la censura en los medios parece haber contagiado a personas que son periodistas, y el impacto de esta pauperización en la discusión pública a través  de los medios electrónicos en otros sectores que están expuestos a los ataques personalistas y difamatorios.

Si un sector ha sido celoso al vigilar la seriedad de la información, lo es el periodismo. El que personas usen su condición de periodistas para promover la censura, o divulgar hechos no evidenciados que afectan la integridad o la reputación de los demás, es un asunto muy serio. Es peor aún cuando se montan en la ola del populismo del tedio, el odio y la irracionalidad.

Por otro lado, la libertad de expresión, el derecho a la intimidad, y el rechazo a la censura, son principios esenciales para los artistas, la intelectualidad y los componentes de la actividad cultural en general.

Al respecto baste mencionar, al menos por el momento, que toda obra o manifestación artística, así como toda ejecución independientemente de las formas o tendencias a las que pueda ser adscrita, está de algún modo expuesta al escrutinio público, a un receptor que en la mayoría de los casos puede ser desconocido para el autor de la obra o ejecutante de una pieza.

El que un grupo de personas que entiendan que una obra artística no "les gusta", o que entiendan que no fue ejecutada de acuerdo a sus particulares criterios de un "como debe ser", o peor aún,  considere que la obra no se ajusta a los parámetros dictados por el Estado o una doctrina religiosa, digamos, procedan a promover "en línea", la censura, el desprestigio, o llevar al ostracismo a un artista, es contrario a los principios de la libertad de expresión y creativa que, precisamente, los artistas han defendido por años frente a todas las tendencias ideológicas y frente a todo modelo de orientación autoritaria. 

Estamos frente a unas nuevas e incipientes formas de "dirigismo" que pretenden dictar las ideas, las expresiones, las formas de expresarse, y la conducta de las personas, atacando reputaciones y la intimidad.

Frente a este tipo de locura anti-cultural anti--política, los artistas, periodistas, y la intelectualidad, todos desde diferentes concepciones y puntos de vista, han jugado en el pasado un rol fundamental. En el presente el reto es mantener a raya las hordas de la presente generación del oscurantismo.

El oscurantismo del acoso, tanto cibernético como en los medios de comunicación en general, tiene que terminar. Punto. 

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  • Debo mencionar, como nota para una reflexión posterior, que esta fluidez en la que grupos de orientaciones disímiles coinciden en un método autoritario y dogmático, refleja la mediocridad y carencia de liderato real de toda la clase política, por un lado, y un desarrollo contemporáneo, sobre el cual dudo que nuestras "tribus" hayan reflexionado, en el que, por ejemplo, los neofascistas de Donald Trump encuentran afinidad con el movimiento extremista afgano del Talibán en su odio a los Estados Unidos y a la democracia como forma de gobierno. 
  • Thanks Alex for sharing your photo published at the link Alex Iby on Unsplash.

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