Mercedes Sosa y Eduardo Carrasco: Todo cambia (algunas reflexiones sobre la noción del cambio)
"Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño"
Todo cambia
Julio Numhauser, 1982
Una introducción y un comentario que quiere ser preliminar
A manera de introducción incluyo aquí una grabación de la extraordinaria cantante argentina Mercedes Sosa, fallecida el 4 octubre de 2009, en la que interpreta la canción "Todo cambia" de Julio Numhauser, uno de los fundadores del grupo folclorista y de canción protesta, Quilapayún.
Esta canción ha sido representativa de Mercedes Sosa, aún tras su fallecimiento, como lo ha sido de su autor, Numhauser, y del conjunto Quilapayún.
Por otro lado, me refiero, al final de estas reflexiones, a las expresiones de Eduardo Carrasco, otro de los fundadores de Quilapayún. Si alguien da fe del cambio como hecho permanente lo es Carrasco en esta entrevista.
"Cambia todo en este mundo [...] que yo cambie no es extraño..."
La canción interpretada por Sosa en este vídeo es ya un lugar común cuando de hablar de utopías se trata o, cuando menos, de finales de dictaduras o regímenes represivos. Que duda cabe, para muchos, sobre todo en el espectro viviente de las viejas izquierdas y sus imitadores de este siglo, esta hermosa canción es un himno.
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño"
Todo cambia
Julio Numhauser, 1982
Una introducción y un comentario que quiere ser preliminar
A manera de introducción incluyo aquí una grabación de la extraordinaria cantante argentina Mercedes Sosa, fallecida el 4 octubre de 2009, en la que interpreta la canción "Todo cambia" de Julio Numhauser, uno de los fundadores del grupo folclorista y de canción protesta, Quilapayún.
Esta canción ha sido representativa de Mercedes Sosa, aún tras su fallecimiento, como lo ha sido de su autor, Numhauser, y del conjunto Quilapayún.
Por otro lado, me refiero, al final de estas reflexiones, a las expresiones de Eduardo Carrasco, otro de los fundadores de Quilapayún. Si alguien da fe del cambio como hecho permanente lo es Carrasco en esta entrevista.
"Cambia todo en este mundo [...] que yo cambie no es extraño..."
La canción interpretada por Sosa en este vídeo es ya un lugar común cuando de hablar de utopías se trata o, cuando menos, de finales de dictaduras o regímenes represivos. Que duda cabe, para muchos, sobre todo en el espectro viviente de las viejas izquierdas y sus imitadores de este siglo, esta hermosa canción es un himno.
Como sabemos, el tema es de Julio Numhauser, músico y antropólogo chileno, que se radicó en Suecia para los años '80. A Numhauser se le reconoce como uno de los fundadores de Quilapayún. La canción fue popularizada gracias a la voz torrencial de la tucumana Mercedes Sosa.
Curiosamente, su canción podría ser cantada en estos días con la misma convicción y esperanza, por cubanos, venezolanos, iraníes, o por los puertorriqueños, todos en contextos distintos, pero todos con necesidades urgentes de "cambio" en sus respectivas sociedades y realidades.
Curiosamente, su canción podría ser cantada en estos días con la misma convicción y esperanza, por cubanos, venezolanos, iraníes, o por los puertorriqueños, todos en contextos distintos, pero todos con necesidades urgentes de "cambio" en sus respectivas sociedades y realidades.
Que todo cambia [o que hay urgencia de que se abran las puertas del muro que detienen el cambio] podría ser proclamado (y reclamado, que ello es parte del juego lírico de la canción) por la comunidad homosexual, por las mujeres en el mundo islámico [y ya hemos visto que en el mundo en general], por las fuerzas que se oponen al nacionalismo etarra, o tal vez por los inmigrantes ilegales en todos los lugares del planeta y en los Estados Unidos.
Pienso que uno revisa sus convicciones —debe hacerlo, de hecho—, con las enseñanzas del cambio, con la comprensión de su inevitable devenir. El proceso de revisión no debería ser objeto de actos de flagelación para castigar los insanos pensamientos que contradicen las creencias previas.
No debería ser visto, como una suerte de sacrilegio, como ocurre, sobre todo, si las posiciones revisadas se inspiraron alguna vez en discursos o propuestas que han perdido su vigencia, o que en sí mismas requieren unos giros esenciales en sus postulados tradicionales. Los "ismos" tienen una veta marcada, que raya en lo inconfundible, de intolerancia y de dogma cerrado. Frente a ello, baste decir: "Todo cambia..."
El cambio, precisamente, como afirma Numhauser en su canción, ocurre en todas las direcciones y lugares, ocurre en todos los polos del pensamiento de los seres humanos, en todas dimensiones de la vida. Para beneficio de la humanidad, unos modelos políticos y económicos se comprueban más eficientes que otros, aunque humanamente imperfectos.
Si algo es ajeno a la juventud y el pensamiento libre es negarse a sí mismo la realidad objetiva del cambio, y enclaustrarse, como célibes monjes, en las ideologías y creencias que los viejos sacerdotes nos enseñaron, no sólo a creer, sino a ni siquiera cuestionar.
Mucha es la voluntad y el ingenio, mayor el reto, que implica y requiere des-asumirse y re-asumirse, deshacerse de los atavismos que se ocultan en la recámara, la deshonestidad intelectual y la hipocresía de una militancia que reclama lo que no respeta, y cuestionarse sus parámetros mentales vintage, sus paradigmas antique, que suenan bien y tal vez ayudan a mantener cierta identidad ante los sectores que temen, precisamente, al cambio. Pero el fenómeno existe. Todo cambia...
¿Por qué negarlo? Ha existido por largo tiempo, particularmente en este Caribe compartido, una masa que no quiere, no se atreve, a tomar decisiones, ya sea porque piensa que es mejor su estado actual a cualquiera otro, y que ello es preferible a abrirse a nuevas experiencias y formas de vida.
Por otro lado, no es menos cierto que el cambio y el cuestionamiento de los viejos esquemas de pensamiento, ha sido visto por mucho tiempo, y no por pocos, como un atrevimiento contra el orden divino de lo establecido: llámese Fidel, Revolución, Estado Libre Asociado, paternales caudillos à là Chávez, o simplemente "intereses creados", vaya usted a saber.
Reclama, además, su propio espacio en sectores importantes de las sociedades la noción, correcta de hecho, y nada de ingenua, de que, cuando de cambios se trata, no todos conducen a una mejor situación, o dicho de otra manera: "no todo cambio es positivo" o "no es prudente el cambio por el cambio mismo".
Lo cierto es que esta actitud cauta también se nutre de experiencias fundamentales de las sociedades modernas y contemporáneas. Tome usted, por ejemplo, la experiencia en Alemania ante un movimiento nacional-socialista, ampliamente mayoritario, con sus manifestaciones altisonantes y unísonas, gestos avasalladores, y un líder carismático, que culminó en los horrores de una guerra, y un holocausto fundado precisamente en los dogmas, los prejuicios y el rechazo a la razón democrática. Así como, después de todo, en el rechazo fanático a todo asomo de transformaciones en la sociedad, al extranjero y al Otro, en fin, al cambio.
Es comprensible, la noción de que no todo cambio es para bien, e invita al análisis crítico y amplio de las opciones que la vida puede presentar en lo político, y aún fuera del ámbito social o colectivo.
Como ejemplo adicional de lo señalado hasta aquí, puede tomarse nota de la elección en noviembre del 2008 de Barack Obama, no sólo como presidente sino como el primero de la raza negra en la historia de los Estados Unidos, un evento visto como improbable, sino imposible, sólo unos meses antes.
Entrevista a Eduardo Carrasco: "Por una utopía más humana"
Eduardo Carrasco fue uno de los fundadores del grupo chileno Quilapayún, conjunto que fue una de las principales voces para quienes vivimos la década del setenta del siglo 20, y para algunos imitadores de nuestros peores errores, con posterioridad a aquellos años.
Pienso que uno revisa sus convicciones —debe hacerlo, de hecho—, con las enseñanzas del cambio, con la comprensión de su inevitable devenir. El proceso de revisión no debería ser objeto de actos de flagelación para castigar los insanos pensamientos que contradicen las creencias previas.
No debería ser visto, como una suerte de sacrilegio, como ocurre, sobre todo, si las posiciones revisadas se inspiraron alguna vez en discursos o propuestas que han perdido su vigencia, o que en sí mismas requieren unos giros esenciales en sus postulados tradicionales. Los "ismos" tienen una veta marcada, que raya en lo inconfundible, de intolerancia y de dogma cerrado. Frente a ello, baste decir: "Todo cambia..."
El cambio, precisamente, como afirma Numhauser en su canción, ocurre en todas las direcciones y lugares, ocurre en todos los polos del pensamiento de los seres humanos, en todas dimensiones de la vida. Para beneficio de la humanidad, unos modelos políticos y económicos se comprueban más eficientes que otros, aunque humanamente imperfectos.
Si algo es ajeno a la juventud y el pensamiento libre es negarse a sí mismo la realidad objetiva del cambio, y enclaustrarse, como célibes monjes, en las ideologías y creencias que los viejos sacerdotes nos enseñaron, no sólo a creer, sino a ni siquiera cuestionar.
Mucha es la voluntad y el ingenio, mayor el reto, que implica y requiere des-asumirse y re-asumirse, deshacerse de los atavismos que se ocultan en la recámara, la deshonestidad intelectual y la hipocresía de una militancia que reclama lo que no respeta, y cuestionarse sus parámetros mentales vintage, sus paradigmas antique, que suenan bien y tal vez ayudan a mantener cierta identidad ante los sectores que temen, precisamente, al cambio. Pero el fenómeno existe. Todo cambia...
¿Por qué negarlo? Ha existido por largo tiempo, particularmente en este Caribe compartido, una masa que no quiere, no se atreve, a tomar decisiones, ya sea porque piensa que es mejor su estado actual a cualquiera otro, y que ello es preferible a abrirse a nuevas experiencias y formas de vida.
Por otro lado, no es menos cierto que el cambio y el cuestionamiento de los viejos esquemas de pensamiento, ha sido visto por mucho tiempo, y no por pocos, como un atrevimiento contra el orden divino de lo establecido: llámese Fidel, Revolución, Estado Libre Asociado, paternales caudillos à là Chávez, o simplemente "intereses creados", vaya usted a saber.
Reclama, además, su propio espacio en sectores importantes de las sociedades la noción, correcta de hecho, y nada de ingenua, de que, cuando de cambios se trata, no todos conducen a una mejor situación, o dicho de otra manera: "no todo cambio es positivo" o "no es prudente el cambio por el cambio mismo".
Lo cierto es que esta actitud cauta también se nutre de experiencias fundamentales de las sociedades modernas y contemporáneas. Tome usted, por ejemplo, la experiencia en Alemania ante un movimiento nacional-socialista, ampliamente mayoritario, con sus manifestaciones altisonantes y unísonas, gestos avasalladores, y un líder carismático, que culminó en los horrores de una guerra, y un holocausto fundado precisamente en los dogmas, los prejuicios y el rechazo a la razón democrática. Así como, después de todo, en el rechazo fanático a todo asomo de transformaciones en la sociedad, al extranjero y al Otro, en fin, al cambio.
Es comprensible, la noción de que no todo cambio es para bien, e invita al análisis crítico y amplio de las opciones que la vida puede presentar en lo político, y aún fuera del ámbito social o colectivo.
Como ejemplo adicional de lo señalado hasta aquí, puede tomarse nota de la elección en noviembre del 2008 de Barack Obama, no sólo como presidente sino como el primero de la raza negra en la historia de los Estados Unidos, un evento visto como improbable, sino imposible, sólo unos meses antes.
De paso, debo decir que en mis convicciones, o mis esperanzas, o más bien en ambas, no ha anclado aún el pesimismo, en lo que respecta a la peligrosa presidencia de Donald Trump. Pienso que desde diferentes frentes y flancos, el pensamiento liberal democrático derrotará el nacionalismo neofascista que representan Trump y sus operadores de trastienda.
Entrevista a Eduardo Carrasco: "Por una utopía más humana"
Eduardo Carrasco fue uno de los fundadores del grupo chileno Quilapayún, conjunto que fue una de las principales voces para quienes vivimos la década del setenta del siglo 20, y para algunos imitadores de nuestros peores errores, con posterioridad a aquellos años.
Sus palabras, en una entrevista a la altura de 1999, no han perdido vigencia hoy, a propósito de cierto izquierdismo enfermizo y adolescente, cuyas posturas, tienden a favorecer dictaduras, caudillos, líderes fundamentalistas, politicos de segunda, y patéticos aspirantes a mártires, siempre que enarbolen la bandera nacionalista, antiyanqui y populista en sus distintas variantes.
Lo que incluyo a continuación es un extracto de la entrevista titulada Eduardo Carrasco: Por una utopía más humana, publicada en el Portal de Música Lationamericana (Vea la misma entrevista en chttps://www.cancioneros.com/co/508/2/eduardo-carrasco-por-una-utopia-mas-humana-por-reiner-canales-y-dino-pancani) extractada, a su vez, del libro de Pancani, Dino y Canales, Reiner: Los Necios. Conversaciones con cantautores hispoanoamericanos, LOM Ediciones, diciembre de 1999.
—E.C.: "Hemos pasado a un tiempo que es más realista, más sencillo, menos grandilocuente, menos vociferante, de sentimientos más simples, pero más profundos y verdaderos, los que justamente no necesitan culpabilizar a nadie. Uno comprende que el alma en la medida que uno avanza, se hace más profunda y más grande y abarca más cosas; no es que uno se reconcilie con la traición o con la injusticia o con la violencia, pero al mismo tiempo uno se da cuenta que no hay mundo sin violencia, que nunca ha habido y que nunca habrá. Pienso que hay algo de ilusorio y de utópico pensar en que se va a acabar la violencia, que nosotros vamos a terminar con ella, me parece absurdo, es una soberbia, no vamos a terminar ni con la injusticia ni con la miseria ni con la violencia ni ninguna de esas cosas que pensamos que podíamos acabar; tenemos que tener una mirada más reconciliada con la vida tal como es, o sea, que hay una parte de luz y una parte de sombra y más bien tenemos que arrastrar la parte de sombra con nosotros. No podemos decir mañana habrá solo luz, como dijimos en algún momento, sino que mañana va a haber quizás la misma luz y la misma sombra y no hay ninguna luz que acabe con la sombra, no existe eso, no hay ninguna verdad que acabe con el error, hasta las ideologías más maravillosas, como el cristianismo, se transformaron en violencia, guerras, cruzadas en contra de los turcos, inquisición, tortura, quema de brujas, o sea en las cosas más horrorosas que puede cometer el hombre. Yo diría: díganme sus ideales y yo les diré los crímenes cometidos en su nombre porque es así la cosa, no es de otra manera. La utopía y toda esta cosa más radical hay que moderarla y ponerse en una actitud más sabia.
—¿No le parece un tanto desesperanzadora su respuesta para quien está en las sombras?
— E.C.: No, lo que pasa es que juzgan lo positivo y lo negativo desde una posición que se ubica ya en la perspectiva de que la luz absoluta es posible y yo digo que no, y decir que la luz va con la sombra no significa que tú bajas los brazos, que te desentiendes, que te desmovilizas, sino que asumes tu rol de ser humano... ¡basta de soberbia!, terminemos con esta especie de elección del espíritu en la cual parece que uno fuera el desvirginador de todas las vírgenes. No es cierto eso, a cada uno le corresponde su cuota de luz en un mundo muy oscuro; iluminen con esa luz que tienen y déjense de cuentos, de historias falsas, simplemente asuman la luz que sale de sus corazones y de sus espíritus. Lo que hay que hacer es moderar el sueño, hacerlo un sueño humano y eso sí que es profundo y verdadero."
Todo cambia, aunque siempre habrá quien no se percate del rumbo de las cosas, mientras la Historia pasa a su lado, dejándole atrás en el camino, íngrimo, con su valija de dogmas polvorientos e inservibles.
Lo que incluyo a continuación es un extracto de la entrevista titulada Eduardo Carrasco: Por una utopía más humana, publicada en el Portal de Música Lationamericana (Vea la misma entrevista en chttps://www.cancioneros.com/co/508/2/eduardo-carrasco-por-una-utopia-mas-humana-por-reiner-canales-y-dino-pancani) extractada, a su vez, del libro de Pancani, Dino y Canales, Reiner: Los Necios. Conversaciones con cantautores hispoanoamericanos, LOM Ediciones, diciembre de 1999.
—E.C.: "Hemos pasado a un tiempo que es más realista, más sencillo, menos grandilocuente, menos vociferante, de sentimientos más simples, pero más profundos y verdaderos, los que justamente no necesitan culpabilizar a nadie. Uno comprende que el alma en la medida que uno avanza, se hace más profunda y más grande y abarca más cosas; no es que uno se reconcilie con la traición o con la injusticia o con la violencia, pero al mismo tiempo uno se da cuenta que no hay mundo sin violencia, que nunca ha habido y que nunca habrá. Pienso que hay algo de ilusorio y de utópico pensar en que se va a acabar la violencia, que nosotros vamos a terminar con ella, me parece absurdo, es una soberbia, no vamos a terminar ni con la injusticia ni con la miseria ni con la violencia ni ninguna de esas cosas que pensamos que podíamos acabar; tenemos que tener una mirada más reconciliada con la vida tal como es, o sea, que hay una parte de luz y una parte de sombra y más bien tenemos que arrastrar la parte de sombra con nosotros. No podemos decir mañana habrá solo luz, como dijimos en algún momento, sino que mañana va a haber quizás la misma luz y la misma sombra y no hay ninguna luz que acabe con la sombra, no existe eso, no hay ninguna verdad que acabe con el error, hasta las ideologías más maravillosas, como el cristianismo, se transformaron en violencia, guerras, cruzadas en contra de los turcos, inquisición, tortura, quema de brujas, o sea en las cosas más horrorosas que puede cometer el hombre. Yo diría: díganme sus ideales y yo les diré los crímenes cometidos en su nombre porque es así la cosa, no es de otra manera. La utopía y toda esta cosa más radical hay que moderarla y ponerse en una actitud más sabia.
—¿No le parece un tanto desesperanzadora su respuesta para quien está en las sombras?
— E.C.: No, lo que pasa es que juzgan lo positivo y lo negativo desde una posición que se ubica ya en la perspectiva de que la luz absoluta es posible y yo digo que no, y decir que la luz va con la sombra no significa que tú bajas los brazos, que te desentiendes, que te desmovilizas, sino que asumes tu rol de ser humano... ¡basta de soberbia!, terminemos con esta especie de elección del espíritu en la cual parece que uno fuera el desvirginador de todas las vírgenes. No es cierto eso, a cada uno le corresponde su cuota de luz en un mundo muy oscuro; iluminen con esa luz que tienen y déjense de cuentos, de historias falsas, simplemente asuman la luz que sale de sus corazones y de sus espíritus. Lo que hay que hacer es moderar el sueño, hacerlo un sueño humano y eso sí que es profundo y verdadero."
Todo cambia, aunque siempre habrá quien no se percate del rumbo de las cosas, mientras la Historia pasa a su lado, dejándole atrás en el camino, íngrimo, con su valija de dogmas polvorientos e inservibles.
Sin embargo, no puedo concluir sin señalar que no todo cambio representa un avance de la sociedad hacia una mejor realidad. Tal es el reto al momento de pensar y "ejecutar el cambio". Lo contrario es negarle a la gente, a la Humanidad, caminar adelante, con un buen norte definido. Al final, de eso es lo que se trata.
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Revisado y editado 26 de julio 2019.
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Revisado y editado 26 de julio 2019.
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