Encontremos a José Enrique Gómez
Los foto montajes que incluyo en este post responden a la desaparición, y aparente secuestro del publicista José Enrique Gómez Saladín de Juncos, Puerto Rico, desde el pasado jueves 29 de noviembre en la noche. Su vehículo, un Toyota Matrix de color azul claro, tablilla FRT 734, tampoco ha sido encontrado. Se solicita toda información que contribuya a localizar a Gómez. Para ello pueden comunicarse a la Policía de Puerto Rico, 787-343-2020, y a los teléfonos 787-567-7459 y 787-746-2949.
De la información que surge de los medios de prensa (véase El Vocero, NotiCel y El Nuevo Día), es posible, y esto es sólo una hipótesis de quien escribe, Gómez pudo haber sido abandonado en cualquier lugar entre Caguas y Cayey, mientras su vehículo haber sido utilizado por su raptor, o raptores, para trasladarse hasta algún lugar para cambiar de vehículo, o que fuera cercano a sus madrigueras, el cual puede ser cualquier punto de la zona entre San Juan y Caguas, o aún de zonas como Aibonito, Cayey, y los municipios a lo largo de la carretera número 30 que llega hasta Humacao.
Hago estas observaciones para llamar la atención a las complejidades que el secuestro de una persona le presentan a las autoridades en los procesos de investigación. En ese sentido, la cooperación tradicional de la ciudadanía, y una actividad "militante" a través de las redes sociales, pueden ser de gran ayuda para dar con el paradero de Gómez.
Hay que señalar que la proliferación de este tipo de delito es un indicativo del grado de enfermedad que la mente criminal va desarrollando en la Isla, lo cual pone en riesgo al ciudadano de a pie —ya no digamos a las personas de afluencia económica—, no solo de la agresión criminal, sino específicamente del terrible acto de secuestro.
Pero no me limito a lo anterior. Como he planteado en otros artículos, y en conversaciones con muy apreciados amigos, la corrección de rumbo en la Isla, la reconstrucción de la sociedad puertorriqueña, puede tomar no menos de unos 20 años, indistintamente de las fórmulas de la relación de Puerto Rico con los Estados Unidos.
Por lo anterior, y mientras todo eso ocurre, la verdadera sociedad civil —gran parte de la cual marchó de blanco el 12 de agosto de 2012, sin discursos grandilocuentes, sino más bien desarticulados, y bajo acusaciones de "mojigata"o "inconsecuente"— ante eventos como el del secuestro de este joven publicista puertorriqueño, puede articular esfuerzos dirigidos a armar una red de apoyo a las autoridades. En este caso, para tratar de hallar con vida a José Enrique.
Si estamos dispuestos, y somos capaces como sociedad de al menos dar curso a ese tipo de iniciativa, habremos dado un paso de avance; tal vez pequeño, sí, pero de avance, en la dirección correcta, el de la solidaridad frente a la actividad criminal en la tantas veces llamada "mi Isla", "nuestra Islita", la "Isla del Encanto".
Sobre esto de los nombres y las identidades no soy tan romántico. Me bastaría poder llamarla una "isla en la que se puede vivir en paz". Mientras tanto, demos la mano y encontremos a José Enrique Gómez.
De la información que surge de los medios de prensa (véase El Vocero, NotiCel y El Nuevo Día), es posible, y esto es sólo una hipótesis de quien escribe, Gómez pudo haber sido abandonado en cualquier lugar entre Caguas y Cayey, mientras su vehículo haber sido utilizado por su raptor, o raptores, para trasladarse hasta algún lugar para cambiar de vehículo, o que fuera cercano a sus madrigueras, el cual puede ser cualquier punto de la zona entre San Juan y Caguas, o aún de zonas como Aibonito, Cayey, y los municipios a lo largo de la carretera número 30 que llega hasta Humacao.
Hago estas observaciones para llamar la atención a las complejidades que el secuestro de una persona le presentan a las autoridades en los procesos de investigación. En ese sentido, la cooperación tradicional de la ciudadanía, y una actividad "militante" a través de las redes sociales, pueden ser de gran ayuda para dar con el paradero de Gómez.
Hay que señalar que la proliferación de este tipo de delito es un indicativo del grado de enfermedad que la mente criminal va desarrollando en la Isla, lo cual pone en riesgo al ciudadano de a pie —ya no digamos a las personas de afluencia económica—, no solo de la agresión criminal, sino específicamente del terrible acto de secuestro.
Pero no me limito a lo anterior. Como he planteado en otros artículos, y en conversaciones con muy apreciados amigos, la corrección de rumbo en la Isla, la reconstrucción de la sociedad puertorriqueña, puede tomar no menos de unos 20 años, indistintamente de las fórmulas de la relación de Puerto Rico con los Estados Unidos.
Por lo anterior, y mientras todo eso ocurre, la verdadera sociedad civil —gran parte de la cual marchó de blanco el 12 de agosto de 2012, sin discursos grandilocuentes, sino más bien desarticulados, y bajo acusaciones de "mojigata"o "inconsecuente"— ante eventos como el del secuestro de este joven publicista puertorriqueño, puede articular esfuerzos dirigidos a armar una red de apoyo a las autoridades. En este caso, para tratar de hallar con vida a José Enrique.
Si estamos dispuestos, y somos capaces como sociedad de al menos dar curso a ese tipo de iniciativa, habremos dado un paso de avance; tal vez pequeño, sí, pero de avance, en la dirección correcta, el de la solidaridad frente a la actividad criminal en la tantas veces llamada "mi Isla", "nuestra Islita", la "Isla del Encanto".
Sobre esto de los nombres y las identidades no soy tan romántico. Me bastaría poder llamarla una "isla en la que se puede vivir en paz". Mientras tanto, demos la mano y encontremos a José Enrique Gómez.
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