Únicos y sempiternos

Sunmoon de Dmitry Polyakovs (1)
En ocasiones se impone el momento de las avestruces veloces, y las ideas vuelan como pies descalzos sobre la tierra húmeda, indiferentes a las espinas, los cadáveres o la inmundicia que otros seres humanos dejaron a su paso. Y vuelan. No hay pasado; mañana no existe. Los viejos demonios se encuentran agarrados a mis tobillos, estos tobillos que nunca soltarán hasta que la muerte nos separe, que es lo mismo a decir "te jodiste pa’l carajo". El corazón se lleva en una mano y en la otra el espíritu. Se camina por el borde del edificio sin mallas protectoras. Balance, equilibrio, pecho abierto, manos ocupadas, esencia de ser. Es en esas circunstancias en las que irrumpe este heredero infinitesimal de Freud y te lanza a la cara que no sabe si soy yo con quien habla, quien después de todo, sea yo o no, no es quien escribe, pues quien aquí escribe no habla, aunque este acto rompa las sacrosantas reglas impuestas por Flaubert sobre todo en Madame Bovary, pero después de todo, a su vez, quién dijo que ésta es una novelita. Lo que me lleva de regreso a heredero infinitesimal y a “padre” de la psiquiatría, a riesgo de quedar colgado, en el camino, de una rama seca e inservible que no cumpla sus siniestros y callados propósitos homi(sui)cidas. En definitiva, lo que resulta de interés en todo esto es el hecho de que mi amigo heredero infinitesimal no pueda identificar —después de unos seis meses de íntima relación, e íntima, aclaro, en el sentido de cercanía y comunicación abierta, nada que ver con la cama— quién soy yo en realidad, hacerse una idea de quién soy yo, de cuáles son —y aquí vienen los clisés irremediables— mis referentes, paradigmas, o principios subjetivos que me guían ante la despreciable realidad de este cayo en el Caribe y en mi auto-interacción con mis yos diversos que deambulan entre viajes de optimismo hipnótico (las menos de las veces) y de pesimismo deprimente (la mayoría de las ocasiones). Nadie admite estas cosas, pero el grupito de altos vuelos intelectuales en Puerto Rico anda en viajes similares, ya sea mediante la marihuana, el alcohol, drogas agresivas como la cocaína o la heroína, o los medicamentos con sus propios herederos infinitesimales de Freud. Regreso. Realmente lo comprendo. No puedo menos que comprender a Federico, llamémosle Federico. En los viajes oscuros de los sueños que quisieron ser pesadillas, y efectivamente lo fueron, muchos de nosotros —no voy a generalizar pero la tentación está ahí— tal vez hemos sido un “yo”, en ocasiones con aspiraciones heroicas, y en otras, de ser sempiternos. Únicos y sempiternos. Pero la realidad da en la cara y la vida, la sociedad, o lo que sea, es otra cosa y por ahí te agarran las alas extendidas e improbables del avestruz, el vuelo de la tortuga, el ladrido del pez. Y entonces ni Federico, ni uno mismo, sabe quién es (o quién eres). Y lo que es peor. Hacia dónde uno vá…

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(1) Ilustración tomada de Dmitriy Polyakov's Illustration and Design Studio
página cuya visita sugiero con entusiasmo.

Comentarios

xaxtor ha dicho que…
Casualmente me encuentro pensando y estudiando acerca de las relaciones humanas. Una pregunta germino del asunto: Quien realmente soy yo? La sintetices: Un poco de lo que yo pienso de mismo y bastante de lo que los demás piensan de mi. Cuando hablas de balances pienso en como puedo equilibrar esas percepciones que nos revelan verdades oscuras de lo que somos. Continuamos.

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