Puerto Rico: por el estancamiento o por el desarrollo
La columna del economista Gustavo Vélez titulada ¿Ricos o pobres? en El Nuevo Día 5 de enero de 2010, apunta en la dirección correcta, ello a pesar de la sutileza (¿"political correctness"?) con la que fue redactada por el otrora asesor del ex-gobernador Anibal Acevedo Vilá, del Partido Popular Democrático, formación que favorece el mantenimiento de la relación colonial de Puerto Rico con los Estados Unidos.
Entre otras cosas Vélez señala que: "Si finalmente Puerto Rico aspira a ser una sociedad de progreso económico y social entonces hace falta un cambio radical en las políticas gubernamentales y en las actitudes colectivas para alcanzar los nuevos objetivos económicos."
Vélez critica el "paternalismo que desalienta el progreso individual y la creación de riqueza" y destaca que "[N]o hay forma alguna que Puerto Rico pueda convertirse en una sociedad de progreso y éxito económico, mientras predominen discursos de clases sociales que criminaliza el empresarismo y la inversión."
Dicho de otra manera, menos sutil y más directa, a mi modo de ver lo que Vélez critica es la visión de que el aparato gubernamental existe para emplear ciudadanos y no como facilitador de los procesos de creación de riqueza y empleos; así como las visiones bajo las cuáles se ha demonizado la economía de mercado capitalista. En ese contexto propone "una actitud colectiva enfocada hacia el progreso y el éxito."
Desafortunadamente, Puerto Rico padece de un nivel de balcanización que milita contra las propuestas de Vélez, que dicho sea de paso, realmente no distan mucho de lo que concretamente pretende impulsar la presente administración del Gobernador Luis Fortuño, del Partido Nuevo Progresista, entidad que favorece la completa integración política de la Isla al sistema federal norteamericano como solución a la presente relación colonial.
En gran medida esta balcanización está dada por los intereses estrechos que diferentes sectores políticos privilegian sobre los intereses generales de la sociedad. Esos sectores precisan mantener un enfrentamiento directo con la presente administración de gobierno para preservarse en el escenario público en la Isla.
Ya en una ocasión anterior indiqué lo siguiente: "en este proyecto de oposición al gobierno estadoista [...] le está planteada la vida al Partido Popular en su lucha por mantener su viabilidad electoral; a los melones en general, y a la melonocracia en particular, en su empeño de que el status quo colonial permanezca esencialmente inalterado como muro contenedor contra la 'amenaza' de la estadidad; al Partido Independentista Puertorriqueño, en búsqueda de adquirir alguna pertinencia en el espectro político isleño, aunque ésta sea mínima, tras sus recientes fracasos electorales; y a una mal llamada 'izquierda', compuesta por los remanentes del estalinismo criollo, en su imaginaria lucha —para colmo de toda enajenación ideológica posible— contra todas las "formas del capital", a pesar de los hechos de Berlín, año 1989."
Existe entre diversos sectores una actitud de negación general frente a los dilemas básicos que enfrenta la isla, incluyendo el aspecto de la definición final de su relación con los Estados Unidos. Puerto Rico, o al menos los sesudos "expertos" citados por los medios de prensa casi a diario, parecerían no querer desprenderse de los escuálidos modelos económicos y politicos coloniales, dando la espalda a la fluidez de las fronteras nacionales, a la diversidad, al libre acceso de los mercados y a la competencia para la atracción de capitales.
Lo peor, sin embargo, es aún más sencillo. Puerto Rico, ese "archipiélago" de 100 x 35 "y algo más", se mantiene empantanado en las expectativas y maquinaciones egoistas de claques que controlan las actividades e instituciones de la sociedad, la política y la economía. No se trata únicamente de las señoras y señores de la oligarquía criolla, sino de los burócratas y funcionarios convenientemente colocados en diversos frentes, incluyendo los sindicatos obreros, y las estructuras de los partidos políticos.
Ante esa realidad, son muchas y complejas las tareas que tienen por delante, en la segunda década del siglo 21, la modernidad, la democracia y el liberalismo —tres términos "políticamente incorrectos" en el contexto de la intelectualidad "boricua"— si de verdad deseamos propiciar en Puerto Rico "una actitud colectiva enfocada hacia el progreso y el éxito."
Entre otras cosas Vélez señala que: "Si finalmente Puerto Rico aspira a ser una sociedad de progreso económico y social entonces hace falta un cambio radical en las políticas gubernamentales y en las actitudes colectivas para alcanzar los nuevos objetivos económicos."
Vélez critica el "paternalismo que desalienta el progreso individual y la creación de riqueza" y destaca que "[N]o hay forma alguna que Puerto Rico pueda convertirse en una sociedad de progreso y éxito económico, mientras predominen discursos de clases sociales que criminaliza el empresarismo y la inversión."
Dicho de otra manera, menos sutil y más directa, a mi modo de ver lo que Vélez critica es la visión de que el aparato gubernamental existe para emplear ciudadanos y no como facilitador de los procesos de creación de riqueza y empleos; así como las visiones bajo las cuáles se ha demonizado la economía de mercado capitalista. En ese contexto propone "una actitud colectiva enfocada hacia el progreso y el éxito."
Desafortunadamente, Puerto Rico padece de un nivel de balcanización que milita contra las propuestas de Vélez, que dicho sea de paso, realmente no distan mucho de lo que concretamente pretende impulsar la presente administración del Gobernador Luis Fortuño, del Partido Nuevo Progresista, entidad que favorece la completa integración política de la Isla al sistema federal norteamericano como solución a la presente relación colonial.
En gran medida esta balcanización está dada por los intereses estrechos que diferentes sectores políticos privilegian sobre los intereses generales de la sociedad. Esos sectores precisan mantener un enfrentamiento directo con la presente administración de gobierno para preservarse en el escenario público en la Isla.
Ya en una ocasión anterior indiqué lo siguiente: "en este proyecto de oposición al gobierno estadoista [...] le está planteada la vida al Partido Popular en su lucha por mantener su viabilidad electoral; a los melones en general, y a la melonocracia en particular, en su empeño de que el status quo colonial permanezca esencialmente inalterado como muro contenedor contra la 'amenaza' de la estadidad; al Partido Independentista Puertorriqueño, en búsqueda de adquirir alguna pertinencia en el espectro político isleño, aunque ésta sea mínima, tras sus recientes fracasos electorales; y a una mal llamada 'izquierda', compuesta por los remanentes del estalinismo criollo, en su imaginaria lucha —para colmo de toda enajenación ideológica posible— contra todas las "formas del capital", a pesar de los hechos de Berlín, año 1989."
Existe entre diversos sectores una actitud de negación general frente a los dilemas básicos que enfrenta la isla, incluyendo el aspecto de la definición final de su relación con los Estados Unidos. Puerto Rico, o al menos los sesudos "expertos" citados por los medios de prensa casi a diario, parecerían no querer desprenderse de los escuálidos modelos económicos y politicos coloniales, dando la espalda a la fluidez de las fronteras nacionales, a la diversidad, al libre acceso de los mercados y a la competencia para la atracción de capitales.
Lo peor, sin embargo, es aún más sencillo. Puerto Rico, ese "archipiélago" de 100 x 35 "y algo más", se mantiene empantanado en las expectativas y maquinaciones egoistas de claques que controlan las actividades e instituciones de la sociedad, la política y la economía. No se trata únicamente de las señoras y señores de la oligarquía criolla, sino de los burócratas y funcionarios convenientemente colocados en diversos frentes, incluyendo los sindicatos obreros, y las estructuras de los partidos políticos.
Ante esa realidad, son muchas y complejas las tareas que tienen por delante, en la segunda década del siglo 21, la modernidad, la democracia y el liberalismo —tres términos "políticamente incorrectos" en el contexto de la intelectualidad "boricua"— si de verdad deseamos propiciar en Puerto Rico "una actitud colectiva enfocada hacia el progreso y el éxito."
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