Sonia Sotomayor: algo más que actitud


Imagino que muchas narraciones son posibles basadas en la nominación y próxima confirmación de Sonia Sotomayor como Juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos. Tal vez se puedan leer en las rápidas cuartillas escritas por algún ágil e intimista periodista, como para recordarnos (realmente para asegurarse de que no se nos olvide) que "esa gente son unos racistas", refiriéndose obviamente a los yanquis.

Pero no hay nada como la realidad. Esa sí que es buena cocinera de sabrosos guisos. Sus procesos y sus cambios no están supeditados a la narración que cada cuál escoga; ocurren, para bien o para mal, aunque uno cierre los ojos para no verlos. La elección de Obama y la confirmación en marcha de Sotomayor constituyen un buen ejemplo de ello.

Ante esa realidad, de la que no hay vías de escape, hay quien quisiera construir una especie de estacionamiento para aparcar las ideas, para que no se muevan, para que permanezcan calientitas y protegidas de las frias influencias de los nuevos tiempos modernos, bajo el resguardo de los maternales y rollizos brazos de la Patria, whatever that means, o en castellano, con indiferencia de lo que se pretenda significar con el término.

Debo decirlo ya de una vez, ante esta realidad hay quienes quisieran que "lo demás" fuera "parking", esta vez uno grande, como una Isla entera, para agrupar allí nostalgias, regodearse en ellas y en los tiempos que fueron, cuando se creía tener un discurso que lo podía explicar todo, o casi todo. Proust se sentiría orgulloso de mirada tan insistente al pasado, aunque no haya manera de recuperar el tiempo perdido. Sólo se recupera el recuerdo.

No debería pretenderse que Sotomayor sea confirmada por el hecho de ser puertorriqueña, o marciana, si se quiere. Lo que hace realmente importante su nominación, y próxima confirmación, es que se produzca a pesar de su condición de mujer proveniente de minorías. El que será confirmada, precisamente, por sus credenciales profesionales, sin que su género, su origen social o étnico, sean un obstáculo infranqueable. El que se haya producido este salto cualitativo en un país donde aún existe un gran conservadurismo que se enfrenta, a su vez, con las contradicciones y los retos que el nuevo escenario socio-político (léase "aumento de la población hispana") le plantea.

Lo importante es el proceso de cambio que subyace en esta nominación. El proceso mediante el cuál se reconoce y promueve al ciudadano, no por el color de su piel o su etnia de origen, sino por sus capacidades y por su lealtad a los principios contenidos en la Constitución del país. El ejemplo de Sotomayor no debería ser motivo de cuartillas nostálgicas sobre el racismo sufrido (que nadie niega o subestima), sino de reflexión sobre medidas que contribuyan a la continuación de estos procesos de cambios; y en todo caso, de celebración de los logros alcanzados, en el marco de una nueva realidad, que apunta a un reconocimiento contundente de los derechos ciudadanos y las facultades de los puertorriqueños, no importa cuán fuertes sean sus vínculos con su barrio de origen o con las tradiciones y cultura de sus ancestros.

Una realidad que es muy distinta a la que existía en los Estados Unidos hace cuarenta o cincuenta años atrás. Porque, después de todo, y afortunadamente, "todo cambia"... Hasta las actitudes.

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