Diversidad y democracia: el caso de El Vocero de Puerto Rico


Los eventos y las preocupaciones como producto de la inconsistencia de El Vocero, tras la salida de su primera edición el pasado 2 de diciembre bajo su nueva dirección, luego de haber sido vendido a la empresa Publi-Inversiones, imponen reflexionar sobre los factores que debilitan la diversidad y la prensa alternativa; la relación de los medios de prensa con el gobierno; el rol que asumen los sectores sociales y la clase política en cuanto a este asunto; todo lo cual coloca en cuestionamiento el clima democrático en Puerto Rico.

En la edición del 29 de noviembre del periódico El Vocero, la última bajo la dirección anterior a su venta, su hasta entonces Directora Ejecutiva, Maricelis Rivera Santos, hizo constar, mediante un artículo titulado Carta de la Directora , entre muchos, dos puntos fundamentales.

El primero de ellos, el hecho de que esa edición era la última de El Vocero tal y como había sido conocido, y que el que circularía con esa marca sería un “nuevo diario”.

El segundo, su convicción de la necesidad de una voz alterna “porque […] la democracia se fortalece cuando hay diversidad” y “lo contrario es mantener a este pueblo a oscuras”.

Los importantes señalamientos de la señora Rivera Santos apuntan a un cambio importante en el enfoque editorial del periódico. Más aún, la ex-directora de El Vocero hizo un llamado, sereno pero evidente, a la defensa de la existencia de una voz alterna.

Sus expresiones provocan serias preocupaciones sobre los cambios de enfoque y dirección que deben esperarse en El Vocero, las inquietudes democráticas que estarán planteadas como producto de éstos, y la ausencia de diversidad alternativa en la prensa de la isla.

Hay que señalar antes de continuar que, hasta un par de semanas atrás, El Vocero fue un órgano de fiscalización seria, así como una voz defensora de los valores democráticos en Puerto Rico.

El Vocero representó, particularmente durante los últimos trece años, la necesaria voz alterna y de peso, frente a El Nuevo Día, diario oficialista y de la oligarquía criolla, promotor del status quo en la isla, anclado en un nacionalismo liviano y recalentado, iluminado por un “populismo” más o menos, por una socialdemocracia más o menos y, sobre todo, portador de un discurso claramente comprometido con la protección de sus intereses particulares.

Este último es el periódico dominante ante los restantes medios de prensa escrita, e informativos en general, posee una importante presencia a través del internet, y una estrecha relación con la presente administración de gobierno.
 
Es en ese contexto en el que se produce la edición del 2 dediciembre de 2013 de El Vocero, en la que su nueva dirección presentó un enfoque esencialmente decepcionante y frustrante.

En primer lugar, la nueva dirección del periódico anunció, en un editorial cuidadosamente redactado para transmitir una tersa imagen, un proyecto de prensa, dulcificado y docilitado, dirigido a “sembrar esperanza”, y que nos recordará que “vivimos en un país de gente buena”, “[c]onjuntamente” con sus “homólogos”, todo ello, y mucho más, “con la ayuda de Dios”. En conclusión, el editorial ofreció un meloso discurso de sugestiva conciliación con sus otrora opositores, el gobierno y el reino celestial.

En segundo lugar, la edición decepcionó a sus lectores al presentarse con una muy mal pensada —y “atípica”— portada con la que el periódico prácticamente le armó al desprestigiado gobernador de Puerto Rico por el Partido Popular Democrático (PPD), Alejandro García Padilla, las relaciones públicas para el principio de la semana. Por otro lado, la correspondiente al 4 de diciembredestacó la figura del señor presidente del Senado por el PPD, Eduardo Bathia.

En ese sentido, las páginas de El Vocero —con excepciones limitadas pero importantes—, han proyectado a la publicación como un vástago del oficialismo, sugiriendo a su vez un repliegue respecto a lo que fueron sus posiciones en el pasado.

Hay que recordar el hecho de que los dueños y la dirección anterior de El Vocero fueron objeto de intensos ataques por parte de la presente administración desde que advino al poder, al punto de que el periódico fue boicoteado mediante el mecanismo de no pautar anuncios del gobierno, y fue saboteado por parte de elementos de la competencia, y del partido gobernante.

Si, por razón de esa experiencia, la idea de sus nuevos dueños es distanciarlo de su imagen fiscalizadora para poder contar con una tajada de los anuncios del gobierno, y compensar la inversión en el periódico, ello no augura un buen futuro para la publicación. Razones económicas, ideológicas, y los compromisos contractuales del gobierno con otras entidades dificultan, por no decir que imposibilitan, ese escenario.

Este cuadro de hechos ha lastimado el nervio democrático de los sectores alertas de la ciudadanía. Como si no le faltaran problemas a Puerto Rico, ahora se presenta la amenaza de la ausencia de un periódico alterno que contribuya a la prensa libre, a la evaluación crítica de la gestión gubernamental, y que sirva de balance a la influencia avasalladora de El Nuevo Día, y su relación con la presente administración.

Esa relación es aún más problemática debido a que este medio es virtualmente el único periódico en la isla. Por razón de ello es de rigor plantear una serie de preguntas, en vista de la ausencia, hasta ahora, de un periódico alterno que ejerza un rol de fiscalización seria. Por ejemplo, ¿quién fiscalizará al gobierno, y a los diferentes componentes institucionales de la sociedad, cuando el único periódico de circulación general tiene vínculos estrechos con las entidades a ser fiscalizadas, incluyendo las gubernamentales? ¿Estamos ante los albores de la unión de prensa y gobierno? ¿Es ello saludable para la democracia en Puerto Rico?

Por otro lado, ¿tendrá El Vocero la suficiente memoria histórica de lo que ha reportado en el pasado, y de lo que ha estado ocurriendo en Puerto Rico bajo la administración de Alejandro García Padilla, y el colonialista Partido Popular, como para asumir un periodismo decididamente objetivo y crítico, como lo fue, contra viento y marea, en el pasado? ¿En qué lugar se coloca El Vocero ante las propuestas y prácticas autoritarias, y demagógicas, por parte del gobernador, su partido y el principal periódico de la isla?

Obviamente, no pretendo dictarle pautas, ni mucho menos, a la dirección de El Vocero. No le exijo como lector que tenga una línea editorial combativa "anti-colonia, anti-gobierno, anti-PPD". Ello no me parecería serio, ni honesto intelectualmente. Más aún, reconozco su derecho a adoptar la línea editorial que le plazca. Sin embargo, como lector, espero una línea editorial profundamente objetiva, seria y honesta. Como ciudadano aspiro a la existencia de diferentes medios de expresión de las ideas, y de fiscalización de la  gestión gubernamental.

Atisbos de una conclusión

Lo que le está planteado a la sociedad puertorriqueña es un reto abierto a los principios del respeto a la diferencia y a la diversidad, del reconocimiento y aceptación del libre flujo de ideas, y de la existencia de la libertad de expresión y una prensa libre.

Unas y otras están imbricadas. Si se respetan las diferencias de género, pero no se respeta el libre flujo de ideas o una prensa libre, no es mucho lo que realmente se avanza. Si la prensa es controlada por un solo organismo con la ayuda del gobierno, no se cuenta con una prensa libre. Todos estos son elementos contenidos de una manera u otra en los derechos de Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, y recogidos en la Carta de Derechos de la Constitución de Puerto Rico.

En su sentido más amplio, realmente estas reflexiones no tratan sobre El Vocero. El Vocero aquí es el provocador de un análisis que se propone más abarcador que aquello referente a los vaivenes de esa o cualquier otra publicación.

Con ello en mente, he llamado la atención a lo que me parece son, después de todo, signos de las pretensiones de imponer modelos autoritarios de gobierno, mediante el control de la prensa, desde el interior de la democracia formal de la isla. Ante ello, todos los medios periodísticos tienen la responsabilidad de ejercer un periodismo serio y valiente. Si ante esa responsabilidad los diferentes medios de prensa, y la nueva dirección de El Vocero, decidieran capitular, esa es su prerrogativa.

Mientras, los sectores que controlan realmente el poder en la isla, continuarán moviendo sus piezas en el tablero pacientemente con el objetivo de mantener el status quo colonial, abrir espacio al autoritarismo, e imponer sus visiones como segmento social.

Tomen nota los políticos y los aspirantes a ser aspirantes a puestos políticos. Los intereses estrechos, las ambiciones desmedidas, el no observar el bosque, en fin, no atisbar el conjunto de la realidad política de la isla, puede llevar a cometer graves errores, como lo sería, por ejemplo, permitir el avance de los sectores autoritarios y colonialistas.

No sería la primera vez en la historia que el ideario democrático es derrotado como producto de la ausencia de desprendimiento de sus actores, y la ausencia de órganos de difusión de mensajes alternos, de profunda seriedad crítica, que reivindiquen la diversidad de las ideas como principio consustancial a la democracia. 

Espero que en esta ocasión las condiciones maduren, hagan brotar por sí mismas las voces alternas democráticas, y que el sector de la clase política comprometido con este ideario eche a andar… En la dirección correcta.

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