Cuba: entre la infamia y el cinismo
Son estas también las armas que ha utilizado cierta mal llamada izquierda, pues dejó de serlo realmente hace mucho tiempo, para defender los actos de los cuerpos represivos de la dictadura en Cuba, y de las hordas de fanáticos utilizados como avanzada de ataque contra la disención, contra la opinión distinta, contra la expresión de las ideas y de las aspiraciones democráticas. Quienes alguna vez fueron "funcionarios" y "cuadros", de partidos y movimientos extintos y exiguos, les niegan a los ciudadanos cubanos las libertades democráticas que éstos reclaman a través de sus blogs, de sus manifestaciones vapuleadas, de sus huelguistas de hambre, de sus muertos eternos e imborrables.
Son esas las mismas libertades de las que disfrutan hoy, muy ampliamente de hecho, los otrora cuadros revolucionarios, convertidos en respetables señores y señoras, admitidos, unos, por las claques de la oligarquía criolla a tomar juntos el té o copas de whiskey, mientras otros son destacados empresarios o funcionarios de entidades que se nutren de los fondos que fluyen a la Isla desde las arcas del imperio, a través de oportunidades de negocios con empresas "yanquis", o mediante el acceso a fundaciones de proyectos de todo tipo. Eso sí, nuestros respetables de marras reiteran en todo momento su condición de buenos izquierdistas y anti-imperialistas.
Lo de los derechos humanos en Cuba no es un mero "sonsonete" como argumentan los calumniadores a sueldo de siempre. Es una realidad palpable. Es un reclamo que poco a poco, como ocurre con todos los procesos en los que las libertades básicas de los seres humanos están en juego, encontrará su cauce y romperá las murallas del culto a la personalidad del dictador y del terror impuesto por el Estado.
Cierro con una cita del escritor Antonio Muñoz Molina, tomada de su artículo La costumbre de la infamia, publicado en El País hace unos días y de particular pertinencia a estos comentarios: "Yo pensaba que ser de izquierdas era estar a favor de la igualdad justiciera de los seres humanos, del derecho de cada uno a vivir soberanamente su vida. No imaginaba que duraría tanto la costumbre estalinista de injuriar a los perseguidos y a los asesinados."
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